Libro Winston Churchill escrito por Francois Kersaudy y leído en 2018
Cuba y los cigarros: entre dos enfrentamientos, durante las largas marchas y los interminables vivax, conversaban en un francés improvisado, intercambiaban puntos de vistas sobre el armamento coma la táctica y la política. Winston llevó a Inglaterra información precisa y un marcado gusto por los cigarros como la siesta y el roncottelle , cóctel con ron.
Guerra de guerrillas: para terminar Churchill sugería una solución de compromiso con contornos bastante desdibujados, pero que se parecía mucho a un plan de autonomía limitado. Todo esto estaba escrito con una pluma atenta , con mucho humor, con una madurez segura y algunas visiones resplandecientes del porvenir. Este subteniente de 21 años entendió desde el comienzo lo que franceses y norteamericanos tardarían tres cuartos de siglo todavía en comprender: es prácticamente imposible que combatientes resueltos, utilizando medios militares, aun cuando sean los de una gran potencia, venzan en una guerra de guerrillas en ultramar.
IRLANDA LIBRE: pero si bien se había instaurado una confianza, era necesario mucho más para poner fin al asunto, pues los obstáculos eran incontables : la creación de una Marina irlandesa, el Estatuto del Ulster, la delimitación territorial entre Ulster y el nuevo Estado Libre de Irlanda, el lugar de éste en el Imperio, la representación de la corona en Dublín, el juramento de nacionalidad que los diputados irlandeses tendrían que prestarle al rey, el control de Gran Bretaña de las bases navales en el sur de Irlanda, la protección de las zonas de pesca coma la entrada de Irlanda a la Sociedad de las Naciones. Era un verdadero campo minado y hasta el último momento cada explosión amenazaba con poner en riesgo las negociaciones.
LLoyd George, Churchill, F.E. Smith y Austen Chamberlain buscaban constantemente nuevas formas de acuerdo por lo cual los irlandeses tuvieron que volver varias veces a Dublín para consultar, hasta que al fin, el 6 de diciembre de 1921 después de violentas discusiones entre los mismos representantes irlandeses, las dos delegaciones firmaron el tratado que dio nacimiento al Estado Libre de Irlanda, un dominio independiente dentro del Commonwealth. Al dejar su pluma, Birkenhead pensando en la reacción de sus amigos conservadores, suspiro: acabo de firmar mi condena a muerte política. A lo que Collins le respondió : acabo de firmar mi condena lisa y llanamente. Ambos tenían razón.
La familia de WC: Ahora bien, su dieta parlamentaria de 300 libras y sus ingresos literarios ya no le permitían hacer frente a los enormes gastos de su propiedad ubicada en Chartwell, así que considero en ponerla a la venta. La biografía de Marlborough tomó proporciones desmesuradas, para consternación de su editor, que no había previsto verla desplegarse en cuatro volúmenes. La familia también le causaba problemas: Randolph se portaba de manera insoportable en los clubs, los salones y las reuniones políticas y contraía deudas impresionantes; Diana se había divorciado al cabo solamente de un año de matrimonio; Sara que acaba de cumplir 21 años se estaba dedicando el teatro pero se trataba más de cabaret que de Shakespeare. Para consternación de sus padres, se había prendado del austriaco Vic Oliver, un actor de Music hall divorciado dos veces con quien terminó casándose en 1936; en esa oportunidad Churchill llegó a recibir algunas cartas compasivas de sus enemigos políticos empezando por Stanley Baldwin en persona; Clementina, la esposa devota y fiel consejera se iba de Chartwell cada vez más frecuentemente para viajar, visitar museos y a hasta hacer cruceros por el Pacífico sur, donde tuvo una breve relación con un joven y rico marchand: para Winston decididamente había periodos en que nada funcionaba …
Chamberlain: Chamberlain tenía muchas cualidades pero no tenía experiencia mundana ni la imaginación necesaria para llenar las lagunas de la inexperiencia. Europa le era totalmente extraña. Como Lord Alcalde de Birmingham había sido exitoso y para él los dictadores de Alemania y de Italia eran como los alcaldes de Liverpool y de Manchester que pertenecían por supuesto a otros partidos políticos y tenían intereses diferentes, pero debían desear el bienestar de la humanidad y ser gente sensata y decente como él. A esto indudablemente hay que agregar este juicio de Lord Strang que acompañó a Chamberlain a Munich: “con equidad podemos decir que tenía una confianza ingenua e injustificada en su propio juicio y dotes”. El cuadro se completaría al precisar que se trataba de un hombre muy orgulloso, de una testadurez poco común, y que deseaba entrar en la historia como un gran pacificador.
Apaciguamiento colonial: …Los intentos de “apaciguamiento colonial”, increíbles de creer si no estuvieran en los documentos diplomáticos ingleses (en una súbita inspiración a comienzo de 1938 Chamberlain le ofreció al Führer algunas colonias bajo mandato británico, como intercambio por las concesiones alemanas en cuestiones de rearme, incluso de una simple declaración de buena voluntad; como temía la reacción de la opinión pública británica y la de su propio ministro de las colonias, propuso luego transferir a Alemania las colonias belgas portuguesas y francesas, sin ningún tipo de acuerdo con Bruselas, Lisboa o París). Felizmente para Gran Bretaña, Hitler desconcertado una vez más por tanta ineptitud, informó el 3 de marzo al embajador Henderson que no tenía nada que hacer con las colonias en cuestión.
Pero sus contactos personales con Halifax y Henderson, así como las entrevistas de su embajador Ribbentrop con Chamberlain, Samuel Hoare y Horace Wilson, habían convencido al Führer de que los hombres que estaban en el poder en Londres no tenían el coraje, la inteligencia y la voluntad necesaria para oponerse a su política de conquista de Europa. Después de todo Stanley Baldwin había aceptado sin reaccionar todas las iniciativas alemanas del rearme – hasta la remilitarización de la Renania – y su sucesor no parecía menos incompetente. Para Hitler la ausencia de reacciones por parte de Downing Street al Anschluss a mediados de marzo de 1938, era una prueba evidente de todo esto. Ahora estaba preparando un golpe a Checoslovaquia seguro de que no habría medidas contrarias por parte de los británicos y que los franceses no intentarían nada sin el apoyo de Londres.
Oficiales alemanes visitan Gran Bretaña: Cuando el Gobierno de Chamberlain tuvo la idea absolutamente descabellada de invitar a oficiales alemanes, con el general Milch a la cabeza, para que inspeccionaran los últimos modelos de avión de la RAF, Churchill alertado por altos responsables de la aviación, le pidió en vano al secretario del Comité de Defensa Imperial, Lord Hankey, que recuperara el juicio. Generales y almirantes le hicieron visitar las instalaciones militares más secretas, a veces con el consentimiento de sus ministros, y Churchill enseguida estableció nuevos informes sobre los puntos débiles que habían podido encontrar en estas oportunidades.
El Altmark en Noruega: El Altmark, barco auxiliar del crucero alemán Graf Spee, transportaba 299 marinos británicos que pertenecían a la tripulaciónes de los buques hundidos por el crucero. Después de la destrucción del GRAF SPEE, el Altmark intentó volver a Alemania costeando Groenlandia Islandia y Noruega; efectivamente logró pasar inadvertido hasta el 15 de febrero cuando la RAF lo descubrió al sur de Bergen. Interceptado por una flotilla de destructores británicos dirigida por el capitán Philip Vian, el Altmark se refugió en un fiordo estrecho de Noruega; dos destructores recibieron la orden de seguirlo y abordarlo, pero los torpederos noruegos se interpusieron y los buques ingleses se retiraron. El asunto podría haber quedado ahí pero el primer Lord del Almirantazgo, siempre al acecho en la sala de mapas, intervino personalmente y el 16 de febrero envió al capitán Vian la siguiente instrucción: a menos que un torpedero noruego se encargue de acompañar al Altmark hasta Bergen usted tiene que abordarlo, liberar a los prisioneros y tomar posesión del barco. Esa misma noche el destructor Cossak penetró en el fiordo y abordo el Altmark, después de un breve cuerpo a cuerpo capturaron el barco , los prisioneros ingleses liberados subieron a bordo del CossaK qué dejo el fiordo algunas horas más tarde y dejó al ALTMARK encallado en un bajo fondo.
Dunkerke, durante esas horas siniestras, en Londres se produjo algo que tenemos que llamar flotamiento. Después de todo era lo esencial para el Ejército británico, que corría con las amenazas de desaparecer en el Pas de Caláis a partir de ahí ¿acaso la sabiduría no consistiría en negociar con el enemigo antes que fuera demasiado tarde? Evidentemente algunos ministros lo consideraron con seriedad: cuando el gabinete de guerra se reunió a comienzos de la tarde del 26 de mayo 1940, Lord Halifax que acaba de reunirse con Paul Reynaud y el embajador de Italia Bastianini, les hizo una propuesta a sus colegas que se parecía bastante a negociaciones indirectas con Hitler por intermedio de Mussolini: tenemos que reconocer que hoy ya no se trata tanto de infligir una derrota completa a Alemania sino de preservar nuestro imperio; tendríamos que estar dispuestos a estudiar toda propuesta que pueda servir para llevarnos a esto siempre que queden aseguradas nuestra libertad e independencia.
La reacción inmediata del primer ministro Churchill no fue negativa: respondió, si pudiéramos salir de este lodazal al precio de la sesión de Malta, Gibraltar y algunas colonias africanas no dejaríamos escapar esta oportunidad; pero en la tercera reunión del gabinete de guerra de ese día, Churchill endureció claramente el tono: tenemos que tener cuidado de no dejarnos arrinconar en una posición de debilidad en la que iríamos a buscar al señor Mussolini para invitarlo a que vaya a pedirle a Herr Hitler que nos perdone, no hay que dejarse enredar en una situación de este tipo antes de haberse metido en la pelea de una buena vez. Pero Halifax llevo las cosas más lejos declarando que si se podían obtener condiciones que garantizará la independencia y la integridad de Gran Bretaña incluso sacrificando parte del imperio sería insensato no aceptarlas. Sin aprobar abiertamente a Halifax, los miembros del gabinete de guerra consideraban manifiestamente que la situación militar no le permitía rechazar categóricamente estas consideraciones así que le pedían que redactara un memorando en el que se recapitularán las sugerencias del acercamiento con Italia. Esa misma noche Churchill con la muerte en el alma le envío al general Nicholson, comandante de la pequeña guarnición de Caláis, la orden de resistir hasta con el último hombre.
Esto es lo que explica el ambiente particularmente tenso que reinó en las reuniones del gabinete de guerra de ese día. En su esbozo de memorando Halifax puso el acento en los franceses: sólo se trataría de apoyarlos en sus conversaciones con Italia a fin de que obtuvieran una mediación e información sobre las eventuales condiciones de una paz; pero Churchill pensaba que sería preferible fortalecer la posición de los franceses, en otras palabras alentarlos a que siguieran peleando. Allí fue que Halifax abandonando la pantalla de Francia e Italia y declaró simplemente: “si nuestra independencia no estuviera en juegos sería conveniente aceptar una propuesta que ahorraría al país un desastre inevitable”. Como el día anterior Churchill se mostró conciliador en cuanto a la forma pero firme en cuanto al fondo: “Si Herr Hitler estuviera dispuesto a firmar la paz sobre la base de la restitución de las colonias alemanas y del dominio de Europa Central sería una cosa pero no hay muchas posibilidades de que haga una propuesta de este tipo”.
Batalla de Inglaterra – Al 15 de agosto la RAF en un solo día perdió 183 aparatos; sus campos de aviación y sus puestos de mando quedaron gravemente afectados y algunos, como Billing Hill, totalmente destruidos. Además fueron atacadas seis estaciones de radio y dos quedaron inutilizadas; las fábricas de aviones sufrieron pérdidas importantes y la producción de Spitfire se retrasó; en consecuencia los cazas que estaban reabasteciéndose fueron bombardeados en tierra con lo que las pérdidas se multiplicaron, las líneas de comunicación quedaron cortadas con frecuencia. Las reservas se agotaban y los aproximadamente 1000 pilotos que trabajaban sin descanso, se mostraban manifiestamente agotados. A fines del mes de agosto la situación se volvió crítica: la RAF prácticamente había perdido el dominio del cielo más arriba de Kent y de Sussex y los bombarderos alemanes notaron que las defensas británicas se habían debilitado.
Un acontecimiento fortuito cambiaría el curso del destino: el 24 de agosto luego de un error de navegación un aparato alemán largo sus bombas en un suburbio de Londres; el bombardeo de la capital estaba expresamente prohibido por orden del Fuhrer, pero Churchill no podía ni quería saberlo: para él se acaba de dar un paso más en la escalada del terror. Tanto por su belicosidad como por la voluntad instintiva de sostener el ánimo de sus conciudadanos ordenó que al día siguiente se realizaron ataques de represalia sobre Berlín. Desde un punto de vista estratégico era una decisión insensata: los bombarderos británicos de ese entonces llevaban una carga mínima, tenían un radio de acción muy débil y la ciudad de Berlín estaba 6 veces más lejos de las costas inglesas qué Londres de las costas francesas. De hecho la operación fue un fracaso: de los 81 bombarderos que habían partido para esa misión 29 llegaron a Berlín aunque sólo produjeron pérdidas insignificantes.
Pero en contra de toda razón, Churchill se encaprichó y los días siguientes se repitieron los bombardeos. Ahora bien si bien el 1ero de septiembre la Lutwaffe iba en camino de superar a la RAF, porque había destruido metódicamente aeródromos, radares, centros de mando y línea de comunicación, Hitler perdió bruscamente la paciencia y decidió llevar a cabo ataques de represalia masivo contra Londres y los grandes conglomerados británicos: “arrasaremos sus grandes ciudades” gritaba en su discurso del 4 de septiembre en el Sport Palace. Fue un error fatal. El 6 septiembre mientras la RAF con pesadas pérdidas y un sistema de apoyo en tierra terriblemente desorganizado estaba a punto de flaquear, la Lutwaffe se apartó bruscamente de sus objetivos militares para ocuparse de las grandes ciudades en donde provocó de día y de noche gigantescos incendios. Pero si bien para los civiles de Londres, Manchester, Birmingham, Liverpool, Hull y Newcastle el calvario había comenzado, los oficiales del Fighter Command vieron desde el principio el anuncio de la salvación, pues ese respiro providencial permitió que repararan las líneas de comunicaciones, se abastecieran las líneas defensivas, se volvieron a acondicionar los aeródromos, se reconstruyeron los puestos de mando y se rearmaran las escuadrillas de cazas. En menos de una semana el efecto se hizo sentir: la RAF revigorizada provocó una verdadera carnicería entre los atacantes …
Casi bajan su avión: Cuando volvía de Washington, falto poco para que no contara más el cuento: el 16 de enero de 1942 en su regreso a Inglaterra, su hidroavión perdió el rumbo y se dirigió derecho hacia la costa de Brest ocupada. Felizmente el Mariscal del Aire Portal estaba a bordo e hizo corregir la trayectoria in extremis. Pero como el aparato se tuvo que dirigir a Inglaterra por el sudeste, el control de cazas británico lo tomó por un bombardero enemigo y 6 Hurricane guiados por radar fueron enviados para abatirlo y no lo encontraron. Esta versión de los hechos aunque confirmada públicamente por Sir Charles Portal quedó un tanto violentada en la excelente obra de Bryan Lavery: Churchill va a la guerra.
Darlan: Operación Torch: Desembarco en AFRICA DEL NORTE. En Casablanca, en donde desembarcaron solamente fuerzas norteamericanas, la resistencia fue más encarnizada, en Argel donde eran la vanguardia también tuvieron que librar duros combates, pero el azar quiso que se encontrarán en el lugar con el Almirante Darlan, qué había ido a visitar a su hijo enfermo. El general Giraud tarda en llegar y cuando finalmente arribó a Argel el 9 noviembre 1942, se dieron cuenta de que ninguno de los responsables franceses de África del Norte estaba dispuesto a obedecerle. El Almirante Darlan sin dudas estaba en poder de los norteamericanos y los combates cesaron en Argel, pero en todos los demás lugares las fuerzas francesas seguían fieles a Vichy y opusieron a los aliados una feroz resistencia.
Pero el almirante Darlan fue el único que pudo ordenar un cese del fuego y era preciso a cualquier precio que las hostilidades cesaran en Argelia y Marruecos, porque los alemanes se habían recuperado y empezaban encaminar tropas hacia Túnez con la complicidad de las autoridades locales. Para los norteamericanos por lo tanto la situación era muy grave, pero el General Clark que representaba a Eisenhower en África del Norte, era un hombre de acción y él mismo había confesado que no sabía nada de política. En la mañana del día 2 de noviembre firmó un acuerdo con Darlan: el almirante podría ejercer el poder en África del Norte en nombre del mariscal De Gaulle, y a cambio ordenaría un cese el fuego general en Argelia y Marruecos. Eisenhower, que llegó a Argel ese día, estuvo de acuerdo. Después de todo la solución de Giraud había fracasado y el acuerdo con Darlan permitiría salvar muchas vidas norteamericanas: “sólo soy un soldado” dicen que dijo Eisenhower, no entiendo nada de diplomacia.
El Departamento de Estado entendía mucho más de diplomacia pero también se mantuvo apartado de las negociaciones; en cuanto al presidente Roosevelt no sabía nada al respecto, para él Darlan, Giraud y De Gaulle no era más que tres prime donne y el mejor medio para arreglar todo este asunto, era dejarlos a los tres solos en una habitación y entregarle el Gobierno de los territorios ocupados al que lograra salir de ella. Pero como esto no podía hacerse, la solución propuesta por lo general Clark y Eisenhower le pareció totalmente aceptable.
Es verdad que el Almirante Darlan había colaborado con Hitler durante más de un año, que había abandonado la indochina francesa a los japoneses, que había autorizado a los alemanes a utilizar los aeropuertos franceses de Siria, que había permitido al Afrika Korps que sea reabastecido a través de Túnez y qué 6 meses antes había declarado “llegará el día en que Inglaterra pague”. Y además no era el hombre más detestado en Francia después de Laval? no había ordenado a sus tropas que abrieran fuego sobre los norteamericanos dos días antes? en suma no era un colaborador y traidor?. Vista desde Washington las cosas no eran sin duda tan claras y Eisenhower obtuvo vía libre: 3 días más tarde Darlan se convirtió en Alto Comisionado para África del Norte con el apoyo de los norteamericanos y “en nombre del Mariscal De Gaulle”. Evidentemente era una ficción: Mientras tanto el mariscal lo había desaprobado públicamente y los alemanes habían invadido la zona libre, pero el Alto Comisionado Darlan fue reconocido por los procónsules Nogues, Chatel y Bergeret, por el gobernador Boisson e incluso por el general Giraud que había recibido el comando en jefe del Ejército como premio consuelo.
Resistencia rusa – reconocimiento de WC: Cuando Churchill envió a Stalin un telegrama de felicitaciones ¡había tenido razón cuando apostó a la capacidad de resistencia del pueblo ruso!, pero por supuesto que esto no era una cuestión de sentimientos, porque nuestro viejo antibolchevique Churchill, que comprometido a fondo con su cruzada en contra del hitlerismo, comprobó que los soviéticos retuvieron en su frente 185 divisiones del Eje, en tanto que los aliados anglo norteamericanos enfrentaron solamente a menos de una docena en África del Norte. Además la resistencia en el Cáucaso era la única garantía seria contra una irrupción alemana en Irán e Irak, cuyas reservas petroleras alimentaban el esfuerzo de guerra británica; por último al prestar apoyo a Stalin se lo preservaba de la tentación de firmar una paz por separado con Alemania y tal vez sería posible llegar un día a que peleara contra el Japón. Para Churchill, aunque no para su generales, esto ya era una justificación de los sacrificios económicos diplomáticos y militares que sin duda eran considerable: los convoyes que se encaminaban hacia Múrmansk con inmensa cantidad de tanques, aviones, camiones, repuestos y materias primas, seguían sufriendo pérdidas terribles cuando pasaban por el mar de Barents entre el Cabo Norte y las Islas de los Osos.
Para mantener relaciones satisfactorias y lograr la firma de un tratado anglo soviético, también había que aceptar hacer silencio sobre la suerte de los países bálticos invadidos en 1940, e incluso renunciar a todas las garantías concernientes al futuro de Polonia por la que sin embargo se había entrado en la guerra. Pero la alianza soviética contra Hitler tenía ese precio y Churchill, que seguía esperando establecer con Stalin relaciones comparables a las que mantenía con Roosevelt, empezó una correspondencia continuada con el dictador soviético, que jugo este juego con agrado y no sin habilidad.
Pero no era más que un juegos de engaños y el entorno de Churchill no tardó en darse cuenta de ello: Stalin pedía armas y material en cantidades irracionales, expresaba palabras descorteses cuando no se lo satisfacía y seguía exigiendo la apertura inmediata de un segundo frente en Europa occidental sin tomar en cuenta las dificultades y peligros que se corrían, dejaba que su propaganda se explayara mofándose del esfuerzo de guerra anglo norteamericano; hacía aislar, censurar, amenazar, acosar o expulsar a los periodistas militares y diplomáticos occidentales que se hallaban en la Unión Soviética y pedía sin cesar información sobre las intenciones estratégicas de sus socios sin revelar nada sobre las propias.
Naturalmente Churchill no se atrevía a pedirle a Stalin ni compensación por el material proporcionado ni información sobre cómo se utilizaría, ni siquiera información general sobre los planes de operaciones futuras del Ejército rojo pues esto sería, le escribió al general Ismail exponerse a un rechazo seguro. De todos modos era demasiada timidez para un luchador tan tenaz, y cuando en abril de 1943 el general Sikorski llegó a Downing Street para anunciarle que habían descubierto los cuerpos de 5000 polacos asesinados por los soviéticos en el bosque de Katyn, se escuchó a sí mismo decir “sí están muertos nada más podrá hacerlos volver”. El modo en que el primer ministro siguió explica todo sin perdonar nada: tenemos que vencer a Hitler y no es el momento de provocar querellas o lanzar acusaciones.
Familia de Churchill (2): Obviamente en esta guerra se movilizó toda la familia de Churchill: Clementine trabajaba en el servicio de la Protección Civil; Diana entró a la Marina, Sarah en los servicios fotográficos de la aviación. Mary en la defensa antiaérea y Randolph en los comandos: en cuanto a la mujer de este último Pamela, se consagró en cuerpo y alma al desarrollo de las relaciones anglo norteamericana, sobre todo porque fue la amante del extremadamente seductor Averell Harriman: su suegro sabía del carácter insoportable de Randolph , se acordaba de las hazañas de su propia madre y como necesitaba la asistencia norteamericana, parecía que apreciaba esta contribución al esfuerzo de la guerra “todo está permitido en el amor y en la guerra” (All is fair in love and war)
Churchill y los indios: Antes de volver a Londres, Churchill regresó a Washington, donde nuevamente fue huésped del presidente en la Casa Blanca. El primero de septiembre, Franklin D. Roosevelt, gran descolonizador, se encargó de invitar a almorzar a la señora Helen Ray, una directora del New York Herald Tribune, notoriamente hostil al carácter perenne del Imperio Británico. Mucho antes de los licores, comenzó a atacar a Churchill por la suerte reservada a los infortunados indios; pero el primer ministro de su majestad, inmediatamente la interrumpió: en primer lugar señora tenemos que aclarar un punto: ¿estamos hablando de los indios morochos de la India que prosperaron enormemente y se multiplicaron vertiginosamente con la administración benevolente de Gran Bretaña? o ¿estamos hablando de los indios pieles rojas de Norteamérica que creo saber que están en vía de extinción?.
Portaaviones de hielo: Churchill: abandonar nunca! simplemente retomó la iniciativa y la ofensiva en un terreno más conocido: a bordo del Queen Mary que lo llevaba a Quebec para la conferencia Quadrant, ya había intentado que los servicios de planificación establecieran un nuevo proyecto: desembarcó en Noruega entrando en cortocircuito con el comité del jefe del Estado mayor. Y para superar las objeciones de estos últimos basadas en la falta de cobertura aérea, ahora hacía que se profundizará la labor de la dirección de operaciones combinadas en el proyecto Habbakuk, cuyo objetivo era construir portaaviones de hielo, tallados en hielo marino fortalecido con aserrín y equipados con motores auxiliares. Estas máquinas monstruosas se construyeron efectivamente en Canadá y el fin de las utilidades terminó con el proyecto que desapareció sin dejar huellas.
Fusilamiento de 50.000 alemanes: (QUEBEC): Fue así que Winston Churchill, que originalmente buscaba una alianza anglo norteamericana en perfecto pie de igualdad, a fin de 1942 pasó a la posición llámelo gloriosa de teniente del presidente y ahora se veía como el socio más insignificante de un bloque dirigido por un acuerdo soviético norteamericano.
El Primer Ministro de su majestad se amargó mucho por esto y el fastuoso banquete que se hizo la noche del 29 de noviembre de 1944 en la Embajada Soviética no logró alegrarlo. Por el contrario en el momento del brindis Stalin declaró con una sonrisa, que expresaba una gran avidez, que después de la guerra habría que liquidar a la totalidad del Estado Mayor alemán; como todo el poder de los ejércitos alemanes se basa en unos 50000 oficiales y técnicos bastará con fusilarlos para extirpar definitivamente el militarismo alemán. Nada podría ser más extraño a la mentalidad de Churchill que al instante respondió: “El Parlamento y la opinión pública británicos no tolerarán jamás ejecuciones en masa. Aún cuando dejen que estas empiecen bajo el poder de las pasiones engendradas por la guerra se volverían violentamente en contra de los responsables en cuanto se hubiese perpetrado la primera carnicería: ¡que los soviéticos no se hagan ninguna ilusión en este punto!” pero Stalin obstinadamente retomó: habrá que fusilar a 50000 así que Churchill reclamo: preferiría que me llevasen al jardín aquí y ahora para ser fusilado antes que mancillar el honor de mi país y el mío propio por una infamia de este tipo.
El presidente Roosevelt, que sin duda pensaba que podía tranquilizar las cosas con una broma declaró: tengo algo que proponer, no fusilaremos a 50000 sino a 49000. Algunos invitados entre ellos Anthony Edén intentaron hacer comprender con señas que se trataba de un rasgo de carácter, pero el primer ministro que sin duda recordaba el asunto de Katyn no le gustaba este tipo de humor. Cuando Elliot Roosevelt, hijo del presidente empezó a dar un discurso un tanto etílico para aprobar con todo el plan de Stalin, el vaso había rebalsado . Churchill se levantó de un salto y dejó el salón; por supuesto que Stalin y Molotov enseguida lo alcanzaron el cuarto contiguo y lo aseguraron sonriendo que no se trataba más que de una broma. Churchill finalmente aceptó volver a su lugar el banquete, pero cuando regresó a sus habitaciones esa noche su médico lo encontró sumamente deprimido. Anotó en su diario: el primer ministro está consternado por su propia impotencia.
Churchill, Tito y Stalin: El diplomático entusiasta igualmente sembraría la consternación en el Foreign Office: siempre siguiendo con la cuestión yugoslava, Eden recibió el primero de abril de 1944 la siguiente instrucción: “actúan rápidamente, redacten una buena proclama para el rey, reenvienla a Puritch, su primer ministro, y compañía rompan todo contacto con Mihailovic y formen un Gobierno de transición que sea aceptable para Tito “. Era un asunto terminado y años más tarde, muchos diplomáticos de su majestad seguirían preguntándose como su primer ministro, ese viejo monárquico tan ferozmente anticomunista, había podido contribuir con tanta ligereza a la derrota de la monarquía y al triunfo del comunismo en Yugoslavia.
Es verdad que durante los primeros meses de 1944, la misma mezcla de falta de profesionalidad, ingenuidad y autogestión se halla en su correspondencia sobre Stalin al que le encuentra todas las cualidades: el tío Joe es un gran estrategia, franco, moderado, mantenía sus promesas incluso era “a great and good man,”; el 16 de enero Churchill incluso hablo en una carta a Edén de los cambios profundos en el carácter del Estado y del Gobierno rusos, así como de esa nueva confianza que sentimos hacia Stalin sin que se supiera demasiado bien en que se fundamentaba esa emocionante confianza.
Reparto de Europa: Las conversaciones fueron largas y arduas, pero Churchill estaba convencido de qué entre gentlemen siempre era posible entenderse: ¿los rusos querían tener una influencia preponderante en Rumania y en Bulgaria? ¿ tienen tanto más los medios porque están instalados en el terreno? muy bien el, Churchill, estaba dispuesto a consentir con ellos siempre que a cambio Stalin reconociera la preeminencia inglesa en Grecia, donde los primeros soldados de su majestad acababan de desembarcar después de la evacuación alemana.
En lo que concernía a Polonia, Churchill mostraría su buena voluntad al ejercer una presión considerable sobre el primer ministro del Gobierno polaco en el exilio, a fin de que aceptara participar en el Gobierno de coalición con el Comité de Lublin y que reconociera la línea Curzon como frontera polaco – soviética, fijada en 1919 pero desplazada 200 km al este al año siguiente, después de la victoria polaca sobre Rusia.
En cuanto a Yugoslavia, Churchill acepto una división de influencia en condiciones iguales entre soviéticos y británicos: el primer ministro resumió todo en un plan de porcentaje de influencia bosquejado a las apuradas que el dictador acepto sin chistar: Rumania 90% para Rusia 10% para los demás; Grecia 90% para Gran Bretaña de acuerdo con los Estados Unidos 10% para Rusia, Yugoslavia 50 y 50, Hungría 50 y 50, Bulgaria 75 para Rusia 25% para los demás. Una solución aparentemente seductora, ciertamente cínica, pero por sobre todo asombrosamente aficionada. Qué puede representar el 10% de influencia en Rumania y el 25% en Bulgaria cuando los soviéticos reinaban allí como dueños y los británicos ni siquiera podían acceder a esos lugares?. Qué significaba el 50% de influencia de Yugoslavia cuando el comunista Tito era protegido ingrato del primer ministro y pretendía ejercer un poder absoluto en este país y justamente acababa de pedir a Stalin ayuda para lograrlo?. Qué podían esperar los británicos de un Gobierno de coalición entre los polacos comunistas de Lublin y sus compatriotas de Londres en una Polonia totalmente controlada por el Ejército rojo?. Nada sin duda, pero Churchill parecía satisfecho y el 13 de octubre escribió a su esposa “las cosas andan bien, hemos acordado bastantes temas sobre los Balcanes y desarmado cantidad de posibles discusiones; las dos variedades de polacos llegaron y se alojaron por la noche en dos jaulas distintas. Mañana los veremos por separado Tuve conversaciones muy agradables con el viejo oso; cuanto más lo veo más me gusta ahora se nos respeta aquí y estoy seguro de que quieren cooperar con nosotros; también se trataron la coordinación militar, el futuro de la Alemania de posguerra, y la modalidad de una posible entrada en la guerra de la Unión Soviética contra Japón, pero sobre estos temas no se adoptó ninguna decisión en firme.
A pesar de todo, sin duda es un gran sentimiento de culpa el que explica las palabras violentas que pronunció ese día ante el jefe del Gobierno polaco en el exilio, Mijolajczyck, que se negó a ceder sobre la cuestión de la futura frontera de Polonia: “Si piensa poder conquistar Rusia bueno entonces ha perdido la razón , habría que encerrarlo, nos llevaría a una guerra que podría costar 25 millones de muertos; lo liquidarían, usted detesta a los rusos se que los detesta, nosotros tenemos con ellos relaciones amistosas mucho más amistosas de la que fueron nunca y espero que esto siga así”
Stalin y Roosevelt: El presidente Roosevelt, que acaba de inaugurar su cuarto mandato aterrizó en Crimea con objetivos limitados y un candor ilimitado: quería convencer a Stalin de que participara en la guerra contra Japón, adhiriera a su proyecto de Organización de las Naciones Unidas e incluso se uniera a una especie de coalición de Estados “progresistas” en contra de las viejas potencias coloniales. Declaró a su entorno: Stalin va a trabajar conmigo en pos de un mundo de democracia y de paz. Pero el Tío Joe, detrás de su máscara de bonachón, desdeñaba tanto los buenos sentimientos como las vagas abstracciones y perseguía resultados bien concretos: modificaciones de fronteras, reparaciones, desarme y desmembramiento de Alemania, extensión indefinida de la influencia soviética en Europa central y en Extremo Oriente. Para esto disponía de 2 ventajas supremas: el avance irresistible del Ejército Rojo que había llegado al Oder y la asombrosa credulidad de su interlocutor norteamericano Franklin Roosevelt. Churchill decepcionado le había confiado 15 días antes a su secretario John Colville: no se equivoque, toda la región de los Balcanes salvo Grecia va a ser bolchevizado y no puedo hacer nada para impedirlo, tampoco puedo hacer nada por la pobre Polonia.
Meada en la línea Siegfried: Mientras tanto como no podía resistirse a la atracción de los combates, Churchill se dirigió a Alemania donde las tropas aliadas habían logrado romper las defensas alemanas en el oeste del Rin; a fines de febrero, menos de una semana después, se vio al primer ministro recorrer los campos de batallas de Maastrich hasta Aix-la Capelle, y visitarla las obras de la línea Siegfried de la cual los alemanes habían desertado desde el otoño de 1939. Todos los soldados de su majestad se habían prometido que ahí pondrían a secar su ropa, su canción de marcha preferida empezaba diciendo eso. Churchill y los oficiales que lo acompañaban hicieron algo mucho mejor: todos alineados sobre una de las obras de la temible línea descargaron sus vejigas con intensa satisfacción.
Demoras para llegar a Berlin: El mismo día de la muerte del presidente de Estados Unidos, los ejércitos norteamericanos llegaron al Elba. Berlín está a menos de 100 km más al este pero de conformidad con las órdenes del general Eisenhower, las fuerzas anglo norteamericanas se quedaron sin traspasar el río los 13 días necesarios para que los ejércitos soviéticos encerrarán la capital del Reich y pasaran por ella. El 18 de abril las últimas defensas alemanas en el Ruhr se rindieron ante las fuerzas anglo norteamericanas; después de esto cada día se anunciaba la toma de nuevas ciudades, la captura de divisiones de ejércitos enteros. En Italia la gran ofensiva lanzada al sur de Bolonia llegó el 23 de abril a las orillas del Po, donde una veintena de divisiones británicas, norteamericanas, francesas, polacas, sudafricanas, italianas, obligaron a las 27 divisiones alemanas y fascistas a retroceder desordenadamente acechadas por los bombarderos de la aviación y los ataques de partisanos. El 27 de abril Mussolini que intentaba huir hacia el Brenner fue arrestado por partisanos comunistas y ejecutado al día siguiente. En la Berlin asediada, en donde el Fuhrer se había atrincherado con sus últimos fieles, el Ejército rojo avanzaba inexorablemente, en tanto que en el Elba cerca de Torgau, acababan de juntarse los norteamericanos y los soviéticos. El final no podía estar lejos.
Churchill en Monaco: Luego de perder las elecciones, el ilustre vencido invitado por el mariscal Alexander, partió a Italia con su hija Sarah, su médico, sus secretarias, su valet y sus guardaespaldas: tenía a su disposición una lujosa mansión a orillas del lago de Como. Tres semanas de dolce far niente bajo el sol, sin papeles ni diarios, con pinceles, agradable compañía y 86 botellas de Veuve Clicquot requisadas, pueden resucitar a cualquiera y mucho más si el hombre en cuestión se pasa la estadía leyendo todos sus telegramas, memorandos e instrucciones del tiempo de la guerra y considera con toda justicia al mirar esos documentos la posteridad lo jugará con menos severidad que sus electores.
Diez días en Antibes y Montecarlo completaron la cura de rejuvenecimiento; Winston pinto nuevos cuadros, se bañó en el mar y perdió 7000 libras en el Casino (una pérdida simbólica, porque el director del establecimiento le hizo saber discretamente que conservaría su cheque como recuerdo) y más aún todavía porque en el Hotel de París, Winston tuvo el privilegio único de degustar un champán Napoleón de 1810 para empezar, ya que en 1940, la Sociedad de Baños de Mar de Mónaco había decidido cerrar a canto una parte de las conocidas bodegas del hotel de París a fin de que la avidez del ocupante no accediera a sus reservas de las bebidas alcohólicas más raras; pero en 1945 se procedió a destruir la pared.
El alcohol: En 1953, en la noche del 23 de junio, Churchill presidió una cena en honor del primer ministro italiano, Alcide de Gasperi y antes de la finalización pronunció un brillante discurso improvisado sobre la conquista de Inglaterra a manos de las legiones romanas; pero al terminar la velada todo cambió cuando quiso levantarse de la silla cayó pesadamente sin poder caminar ni hablar con claridad: acababa de sufrir un nuevo ataque cerebrovascular.
Es difícil de creer, pero al otro día este diablo de hombre presidía el Consejo del Gabinete y sus colegas no notaron nada anormal, salvo que estaba pálido y que hablaba menos que de costumbre. Pero todos los milagros tienen un final y a partir del 25 de junio su estado se agravó considerablemente: el brazo y la pierna izquierda estaban paralizados, así como el lado izquierdo de la mandíbula. Con dificultades lograron que decidiera irse de Downing Street a Chartwell, y el 26 de julio cuando su deglución se dificultó, Lord Moran le confío a Colville que no creía que Wilson pase el fin de semana. En este estado parecía inevitable una renuncia, pero era imposible: el sucesor designado (Eden) estaba en ese mismo momento en la mesa de operaciones de un hospital de Boston, donde un cirujano de renombre hacía esfuerzos para reparar los males causados por dos operaciones anteriores. En las siguientes semanas, nuestro héroe empezó de a poco a caminar de nuevo. Mientras tanto miro películas, leyó cantidad de novelas, recibió mucha gente, vivió con animación y aunque hablaba con bastante frecuencia de la muerte solo pensaba en la vida y sobre todo en la vida política.
Por supuesto el 26 de junio se pensaba una renuncia inmediata, el 29 la cuestión fue aplazada hasta el mes de octubre y el 4 de julio hasta el plazo de octubre parecía que podría ser aplazado. “Haré lo que sirva mejor a los intereses de mi país, las circunstancias podrían persuadirme de que soy indispensable”; en ese momento era una fanfarronada, Churchill sabía perfectamente que estaba a merced de un nuevo ataque y que como no había recuperado todas sus capacidades, no podía hacer el menor trabajo serio. Soames y Colville tomaron discretamente en su nombre todas las decisiones serias. El 18 de agosto presidió el Consejo del Gabinete, pero sobre todo para preservar las apariencias; los progresos eran lentos, se cansaba mucho más rápidamente y descubrió con asombro que el alcohol podría tener efectos nefastos. Cómo no era un hombre de echarse atrás ante las medidas enérgicas, le dijo a su médico: “intentó reducir el consumo de alcohol, Charles, ya renuncie al coñac y lo reemplace por el Cointreau”. Pero cómo el heroismo tiene límites, su consumo de champán, vino blanco, cherry, oporto y whisky no se vio afectado. En cuanto al coñac volvería a verlo unos meses más tarde. Tenia mas de 80 años y viviría hasta los 91.
Vuelta a Montecarlo: Todos pensaban que Sir Winston no volvería nunca a la Costa Azul y todo se equivocaban: el 11 de abril de 1963 con 88 años, desembarcaba en el aeropuerto de Niza, seguido por su hija Diana, su nieta Celia, su valet, su enfermera y su detective. Era evidente que había adelgazado: las piernas le temblaban un poco y bajó la pasarela con un paso dubitativo. Pero la multitud que fue a recibirlo tuvo derecho a una sonrisa radiante y a la V de la victoria, una victoria sobre la desgracia y la enfermedad. Toda una verdadera caravana de automóviles precedida por una escolta de policías motorizados que luego se dirigió a Montecarlo, llego al Hotel de París, donde fue recibido y ovacionado por todo el personal y los clientes reunidos. El infatigable turista le dio un apretón de manos al director y le dijo: espero que le quede un poco de ese delicado Napoleón 1810. No cambiaba nunca.