Libro: BORN MONTONEROS de Maria Odonell leído en 2019
Casa operativa 1: a Rodolfo Galimberti le había tocado la responsabilidad de supervisar a quienes acondicionaron la casa operativa – cómo se llamaban las propiedades que se asignaban a las actividades clandestinas de la organización -, en la calle Manuel García 5030/5050 en la localidad de Carapachay, municipio de Vicente López la escala inicial de los Born: «piojo 1».
Roberto Quieto: Los Montoneros, inspirados en la concepción del Hombre Nuevo del Che Guevara, creían que la entrega del revolucionario debía ser total; condenaban los lazos sentimentales con personas que no formaran parte de la organización y solo autorizaban la formación de parejas con idéntico compromiso capaces de entender la prevalencia de la lucha revolucionaria por encima de cualquier otro impulso.
Alicia Beatriz Testai, la compañera de Quieto y madre de sus dos hijos, no compartía la militancia y él intentaba mantener el contacto con su familia: una colisión de sentimientos que le costaría la vida.
Construcción casa operativa: Pasada la primera quincena de agosto, la Columna Norte ordenó el robo de los vehículos que usarían para chocarlos. Enrique de Pedro, Quique o Miranda, el secretario militar de la Columna Norte y hombre de la confianza de Quieto había entrado entonces en la fase final de la construcción de las celdas ocultas donde arrojarían a los hermanos. Para ingresar a las casas designadas con los materiales y sin llamar la atención de los vecinos, Miranda había demorado unos cuantos meses aunque no llegó a los 6 que había pedido.
Pedido de rescate: Oscar El Sordo De Gregorio, disco el número del conmutador de La Maison, la casa central de Bunge y Born para reivindicar el secuestro de los hermanos. En tono amenazante advirtió a su interlocutor que los Montoneros exigían “cien” a cambio de los cautivos cuya vidas corrían peligro.
“100000”? respondió el interlocutor en la empresa, no logró disimular su alivio.
Cien, cien millones de dólares clarificó De Gregorio.
Born II conoció de inmediato las pretensiones de los secuestradores; movió la cabeza como quien indica comprensión y dijo: no me los pasen, no los pienso atender.
Los Montoneros comprobaron la decisión cuando repitieron sus llamados para abrir la negociación. No lo podían creer ¿cómo podía ser que el padre no se inmutara ante el secuestro de sus hijos? habían imaginado cualquier cosa menos que le colgaría el teléfono.
Lizaso: La propiedad quedaba cerca de una estación de tren y pertenecía a la familia de Miguel “el gordo” Lizaso, del área de Finanzas de Montoneros. Los Lizaso llevaban décadas de compromiso con el justicialismo: el padre, Pedro, había sido intendente de Vicente López durante el primer Gobierno de Juan Perón y uno de los hermanos del gordo, Carlos, alias “chiquito”, había participado en el levantamiento del general Juan José Valle contra la dictadura de 1955 y por eso lo habían fusilado en los basurales de José León Suárez; la casa quedaba en la calle Rivadavia 4832 en Villa Ballester.
Juicio a Jorge Born III. Mario Hirsch y la corrupción: Antes de nombrar como ministro de economía a Adalberto Krieger Vasena, el general golpista Juan Carlos Onganía consultó la opinión de Hirsch. La casa del vicepresidente de Bunge y Born, sobre la avenida del Libertador al 2000 funcionaba como un centro de gestiones reservadas con las máximas autoridades del país. Si Hirsch padre había impulsado la diversificación de la compañía iniciando las relaciones públicas, su hijo Mario había desarrollado las cualidades de un lobbysta sofisticado que sabía cómo tratar con el poder de turno en beneficio de los negocios. Tanto que en su relato ante los Montoneros, Jorge Born dejó traslucir su admiración.
A Onganía lo apoyamos porque era la primera vez en muchos años que un Gobierno se mostraba decidido a realizar una gestión correcta basada en la eficiencia y no en la política. Onganía le preguntó a Hirsch por Krieger Vasena y también sobre otros asuntos económicos. Con Krieger Vasena hubo una relación estrecha y continua mientras fue ministro.
¿De qué modo? Egidio Ianella, presidente del Banco Central nos anticipaba el monto de los créditos de Bunge y Borna para que se pudieran planificar las adquisiciones de cereales y algodón a los productores. También nos anticipaba la evolución de la política cambiaria lo que era algo muy útil…
Contra tanta sinceridad, su narrativa de la corrupción política se encuadraba en la hipocresía propia del empresariado argentino, que depositaba toda la culpa sobre los funcionarios sin cuestionar su propio papel.
Pagar coimas pareció una imposición necesaria. Born III dijo primero: el problema con los políticos es uno solo: todos vienen a pedirnos plata! y luego agregó con una suerte de ingenuidad: “y a ninguno se la negamos según el sistema de representación proporcional más votos, más dinero”, con el mismo tono como si el empresario fue una víctima de la corrupción y no su contraparte imprescindible.
Born se quejó de los pagos ilegales que les demandaba Carlos Moyano Llerena el ministro de economía del general Roberto Levingston, quién sucedió a Onganía.
Moyano LLerena nos apoyaba pero era muy coimero; había que poner mucha plata en el Ministerio de Economía y en las Secretarías de todas las áreas. En esa época implementamos un sistema de pagos por medio de abogados
Hirsch se podía amoldar más allá de las barreras ideológicas si eso era necesario para encontrar puntos de acuerdo.
Ocurrió con José Ber Gelbard, el ministro de economía de Cámpora y del tercer Gobierno de Perón, hombres cercano a los Montoneros. En 1973, Gelbard impulsó la ley de granos en un nuevo intento en teoría por debilitar el poder de las grandes cerealeras; al mismo tiempo le indicó a Bunge y Born el camino para burlar la ley. Cuando salió la ley de granos que prohibió realizar todas las operaciones de acopio y exportaciones a una misma empresa, el mismo Gelbard nos aconsejó que creáramos empresas fantasmas para realizar el acopio. y entonces fundamos dos empresas, Granos Argentinos SA, y Martínez SA para el acopio de granos. Esas empresas son fachadas de Bunge y Born que nos permitían realizar las operaciones igual que antes.
Comisario Alberto Villar: Horacio Mendizábal había planificado la acción que comenzó a la una de la madrugada de ese día, cuando el buzo táctico Máximo Nicoletti y otros 3 militantes, una mujer entre ellos, se sumergieron en el atracadero Sandymar en El Tigre donde el comisario Alberto Villar guardaba su embarcación, Marina. LLevaban 20 kg del explosivo trotyl, resistente al agua, que colocaron a la altura del asiento de Villar.
En su periplo que lo llevaría de la guerrilla a cooperar con la Marina, adherir a los carapintadas y por fin asaltar un camión de caudales, Nicoletti negó su participación en la voladura que se ejecutó a las 10:30 de la mañana, cuando el policía que había interrumpido el funeral de los fusilados de la Masacre de Trelew y codirigía la Triple A, se instaló en el bote con su mujer Elsa María Pérez. Ambos murieron en el momento.
Mario Hirsch se muda: Después del asesinato de Muscat, cuando ya había quedado muy solo en Buenos Aires, Born padre debió aceptar que también Mario Hirsch, su principal apoyo en la empresa, se marchase. Con los hermanos en peligro, resultaba imperioso resguardar la sucesión de la compañía: el vicepresidente de Bunge y Born se radicó en Madrid con Elena de Olazábal, su segunda esposa y los 3 hijos de ella de un matrimonio anterior. Escapo de los guerrilleros argentinos pero en España resultó víctima de ladrones comunes que los maniataron durante horas para robar objetos valiosos en su casa.
Cheques rechazados: Antes de pensar en sacar el dinero del país, los Montoneros necesitaban resolver asuntos más urgentes. Cómo cubrir una cantidad importante de cheques sin fondos que habían librado dirigentes poco conocidos de la organización, cuya identidad podría quedar respuesta. Raúl Magario, el gordo Kuki, jefe de Finanzas, le había informado a Mario Firmenich que el Nuevo Banco Italiano les había rechazado ya 150 cheques.
Destino de los fondos: Cuando faltaba completar la segunda parte de la operación Mellizas, los pocos dirigentes montoneros que participaban en la discusión sobre el botín, temieron que fuera imprudente mandar todo su capital a Cuba. Mario Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja – los únicos 3 dirigentes que según Raúl Magario jefe de Finanzas – tuvieron acceso a esos fondos, nunca revelaron la cifra total que llevaron a La Habana. Ellos evaluaron que les convenía dividir el riesgo y buscar otra opción, una que además, les rindiera intereses de inmediato.
Dos días después de la liberación de Juan, el 25 de marzo de 1975, la Dirección General de Aduanas descubrió en Ezeiza a dos sujetos que procuraban ingresar de contrabando un par de valijas cargadas de dólares. Al abrirlas los funcionarios contaron con asombro 4.800.000 dólares en billetes de baja denominación. Labraron un acta, retuvieron el dinero y consignaron que los pasajeros se habían identificado como empleados de Bunge y Born.
Born II era un viejo conocido de Gómez Morales que era en ese momento el ministro de economía y quién había presidido el Banco Central durante el primer Gobierno peronista, y había conducido la cartera de asuntos económicos entre 1952 y 1955. El ministro, uno de los pocos peronistas importantes de la vieja ola, resultó muy receptivo, maniobró para que las valijas regresarán al banco suizo de origen sin dejar más registros.
Fue entonces cuando la cúpula de Montoneros decidió acudir por ayuda a David “Dudi” Graiver, el hijo de un inmigrante polaco. Un joven ambicioso que no superaba los 35 años y ya había comprado el Banco Comercial de La Plata y el Banco de Hurlingham, se mantenía muy vinculado a la colectividad judía por sus actividades financieras, atravesado un período de expansión y se proyectaba en Israel, Bélgica y los Estados Unidos.
En la Argentina se había consolidado gracias a sus negocios con Gelbard, el ex ministro de economía quien le había facilitado una serie de negocios. En diciembre de 1973 había comprado al Grupo Civita, parte del paquete accionario de Papel Prensa, una entidad que en asociación con el Estado, desarrollaba la primera gran fábrica de papel de diario del país. Gelbard había movido sus influencias para que Perón nombrará a Graiver como asesor del Banco Central; también lo había presentado al periodista y editor Jacobo Timerman. Aunque permaneció en las sombras, Dudi fue el socio capitalista detrás de La Opinión.
El banquero había asistido a los Montoneros cuando necesitaron ayuda financiera para sostener al diario Noticias. Graiver vivía con la psicóloga Lidia Papaleo, ex pareja del periodista Enrique Walker, fundador de la revista Gente y miembro de la organización. Por conocidos en común como Walker, la relación prosperó hasta que los Montoneros concluyeron que el banquero joven y audaz en contraposición a Born, exponente de los intereses del imperialismo, representaba a la burguesía nacional aliada natural del proceso revolucionario y podría llegar a ocupar el Ministerio de Economía si ellos alguna vez conquistaban el poder.
Graiver, que apostaba sin medir riesgos, se hallaba a punto de concretar una operación muy osada en los Estados Unidos para la cual necesitaba recaudar fondos. Les pregunto de cuanto dinero estaban hablando y le contestaron, por intermedio de Roberto Quieto, que se trataba de 12 millones de dólares para empezar.
Acaso la suerte iba a favor del banquero: no tenía muchas alternativas para obtener tanto capital líquido. Empujado por el afán, ofreció una red de contactos de alto nivel y su estructura de sociedades fantasmas en Suiza, un interés mensual del 9,5% en dólares a pagar sin dilaciones y toda la asistencia necesaria para que los Montoneros llevaran un registro más profesional que la libreta del almacenero: iban a necesitar una buena contabilidad.
Libertad 244, Vicente Lopez: La Conducción Nacional había debatido intensamente a quién le correspondía hablar a los periodistas: sí a Firmenich o a Roberto Quieto, como encargado de prensa de la organización y como responsable operativo del secuestro exitoso de los Born. Quieto acumulaba méritos suficientes para asumir un rol protagónico, pero provenía de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), no había integrado el núcleo fundador de los Montoneros y además solía plantear su diferencia cuando los tenía en lugar de callar y acatar. En un contexto de tensiones internas en aumento, la Conducción Nacional determinó que no convenía que el hiciera el anuncio. Tampoco los nombres importantes de la Columna Norte participarían del encuentro con la prensa aunque sus militantes habían cargado con el peso del secuestro y el cuidado de los hermanos. Firmenich, Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja habían decidido hablar con Raúl Yager, Carlos Hobert, Alberto Molinas y Horacio Mendizabal.-
Una lucha feroz se desató por determinar quién quedaría como dueño del rédito político de la operación Mellizas interpretó Galimberti, resentido por la decisión. Por eso incluyeron a la Columna Norte que iba a quedar fortalecida en las pujas internas por el poder. Se había sumado la atracción del dinero – de una cantidad extraordinaria de dinero – que pronto mostró su poder corrosivo en el interior de la guerrilla.
La Conducción Nacional delegó la tarea en la Columna Capital y en el servicio de prensa qué reportaba de manera directa a la cúpula. Urondo y Luis Guagnini, otro periodista montonero que trabajaba en El Cronista Comercial se encargaron del armado de la conferencia y de la selección y la convocatoria a los invitados. También eligieron la casa donde la organización iba a liberar al líder.
Era en la apariencia una propiedad que se alquilaba para fiestas; una elección que daría lugar a especulaciones infinitas muchos años más tarde, cuando la justicia investigó el secuestro de los hermanos Born en tribunales. En la calle libertad 244 se habían realizado festejos sí, pero también otros ritos más oscuros: espías que no se contentaron con su doble vida y tenían la tercera criminal.- El propietario de la cas,a Nelson Romero, informante de la policía y de la Side junto con Rodolfo Schilinger, oficial de la Side y el jefe de la policía de Tucumán Guillermo Correa se ganaban unos pesos extras en el lugar. La pregunta sonaba obvia: ¿los Montoneros en la clandestinidad perseguido por las fuerzas de seguridad habían elegido justamente esa casa? ¿justo esa de pura casualidad?.
Jorge Born escucha un ruido a cierta distancia, un murmullo coral; se había desacostumbrado a escuchar muchas voces juntas. Atravesó una puerta y descubrió que estaba en la cocina. Allí se encontró por última vez frente a frente con Firmenich quién le dijo que en la sala esperaba un grupo de periodistas, y que dos de ellos lo conducirán a su liberación definitiva: Usted no tiene que responder preguntas saldrá de inmediato. Firmenich insistió con su tono altivo, tenía 27 años y el mundo en sus manos.
No era para menos: los Montoneros habían cobrado el rescate más alto pagado en la historia mundial a una organización guerrillera: 60 millones de dólares; la cifra dejaba muy atrás el récord anterior que había conseguido el Ejército Revolucionario del Pueblo en abril de 1974 cuando recibió 14.200.000 dólares en billetes de 100 a cambio de liberar al ciudadano estadounidense Víctor Samuelson, el gerente general de la refinería de petróleo ESSO.
La tortura y la delación: La película La batalla de Argel les había enseñado que otras organizaciones guerrilleras ponían un plazo de 48 horas al cabo del cual sus militantes quedaban liberados de la obligación de no entregar ningún dato al enemigo. Los Montoneros exigían más que el movimiento anticolonialista argelino: la tolerancia al dolor de la carne quemada por la descarga eléctrica de una picana o al ahogo por la asfixia del submarino debía ser indefinida.
Con los asesinatos de Fernando Haymal y de Carlos Roth, ultimados por sus propios compañeros, la cúpula había puesto en marcha la política de ejecuciones ejemplares. Los militantes debían saber que si obtenían la libertad a cambio de informaciones sobre la organización, afuera los esperaba la vergüenza y una condena a muerte. Haymal tenía 26 años, estaba casado y tenía un hijo y otro en camino. Soportó durante 48 horas la tortura para que los Montoneros pusieron a resguardo lo que creyeron necesario y luego habló para salvar su vida. Un Tribunal revolucionario lo juzgó y lo condenó a muerte. Dos miembros de Montoneros lo encontraron en un colectivo en Córdoba lo hicieron bajar a punta de pistola lo subieron a un auto y lo mataron. A continuación le ataron los pies con una cadena lo arrastraron y tiraron su cuerpo en Alta Gracia.
Un poco más adelante en el tiempo y ante las pérdidas significativas que venían sufriendo, la cúpula tuvo que ofrecer una salida: eligió la pastilla de cianuro que proveía a sus cuadros de cierta importancia; debían llevarla siempre encima y si se encontraban en peligro de caer vivos debían tragarla. El poeta Francisco Urondo que había organizado la conferencia de prensa de la liberación de Born, la tomó el 17 de junio de 1976.
La Conducción Nacional no decidió promoverlo por cuestiones de su vida privada y con los años su hijo Javier sabría comprenderlo: no era un militante ortodoxo; tenía para el lenguaje de la época demasiadas desviaciones pequeñoburguesas, le gustaba el vino y las mujeres y eso le trajo algunos problemas de disciplina en los años 70. Lo mandaron a la Regional Cuyo, que era de altísimo riesgo por el despliegue militar y porque era cara conocida en Mendoza. Ahí lo emboscaron pocas semanas después en un Renault 6 en el que iba junto con su novia y la hija de ambos de 11 meses y otra militante René Aillien. Se tomo la pastilla, luego lo remataron.
Pablo Gonzalez Langarica y Tulio Tucho Valenzuela: Son dos historias que cuentan cómo se manejaban los Montoneros. Pablo González Langarica ex integrante de la Secretaría de Relaciones Exteriores de los Montoneros, fue secuestrado en la Escuela de Mecánica de la Armada y cuando lo torturaron, vio enseguida la avidez de Massera y de los marinos. No le resultó difícil: la mayor parte de las preguntas de sus torturadores apuntaban a extraer los datos de las presuntas cuentas del grupo guerrillero en el extranjero y les dijo que sabía de una caja fuerte en Suiza en un Banco de Zurich pero que él era el único habilitado para abrirlo. Entonces los marinos le dijeron que tenía que viajar a Suiza y que ellos, los marinos lo iban a acompañar, y como garantía secuestraron a la mujer de González Langarica y a sus dos hijos de cuatro y dos años mientras durase el viaje, Quedaban como rehenes en un predio de la Marina.
Y se fueron los represores Miguel Ángel Benazzi, Alberto Eduardo González y Simón Weber junto con Gonzalez Langarica a Zurich, previa escala en Madrid. Abrieron la caja y había 1.400.000 dólares que por supuesto se quedaron los marinos. A González Langarica también le obligaron a hacer una conferencia trucha diciendo que renunciaba a Los MONTONEROS, con los represores encapuchados simulando ser guerrilleros, conferencia que resultó ser una farsa rápidamente descubierta por los periodistas. González Langarica siguió en Europa en París, al final permitieron que su mujer y sus hijos viajen a encontrarse y vivió allí hasta 1983 en que volvió a la Argentina vivito y coleando
Otra historia fue la de Tulio “Tucho” Valenzuela, secretario general de los Montoneros en Rosario. Ël había sido secuestrado junto con su pareja Raquel Negro, embarazada de mellizos y el hijo de ella de 2 años. Galtieri los mando a la Quinta de Funes ubicada en las afueras de la ciudad de Rosario donde lo torturaron. A Valenzuela le propusieron que viajará a la Ciudad de México y que condujera a los oficiales del Ejército de inteligencia que viajarían con él para secuestrar a la cúpula montonera que estaba en México.
Allí estaban Firmenich, Vaca Narvaja y Roberto Perdía. Le dijeron a Tucho Valenzuela que su familia quedaría de rehen en la quinta. Valenzuela simuló que había aceptado y una vez en México en lugar de tender la trampa le contó la verdad a Miguel Bonasso, que fue el primer dirigente montonero con el que se contacto.
Al saber que los perseguían Firmenich, Vaca Narvaja y Perdía se resguardaron la embajada de Cuba en el Distrito Federal de México y desde el refugio le ordenaron a Tucho Valenzuela que hiciera una conferencia de prensa y le exigieron que revelara los detalles de la Operación México urdida por Gualtieri y que denunciara los secuestros y tormentos en la Quinta de Funes en Rosario. El militante obedeció: el 18 de enero de 1977 Galimberti, que en ese momento estaba asentado en México, fue quien se ocupó de llevarlos a Perdía, Firmenich y Vaca Narvaja para que tomaran el vuelo a La Habana y pudieron salir de México. Cuando estuvo a salvo la cúpula, no le agradeció a Valenzuela por la información que les había permitido salvar sus vidas; al contrario, en febrero lo sometieron a un juicio revolucionario y lo encontraron culpable de traición y de delaciones en la interrogación y lo degradaron 4 rango de mayor a subteniente.
Parecía una parodia: los jefes del Tribunal, que eran Firmenich y Perdía acusaban a Valenzuela de haber colaborado con el enemigo para infiltrar la organización con el objeto de asesinar a Firmenich. Esos jueces y parte involucrada vivían gracias a que el acusado había engañado a sus captores, los mismos que tenían de rehén a su mujer embarazada y al niño. Así y todo concluyeron que no podían permitir que los militantes de Montoneros se lanzarán a negociar cada uno según su criterio, el intercambio con el enemigo.
A la distancia lejos del campo de batalla, los líderes montoneros exigían que sus combatientes en el terreno acatarán un criterio moral estricto sin atenuantes. Para la ortodoxia, ningún sacrificio resultaba en pruebas suficientes lealtad : la lucha era a todo nada, mejor muerto que secuestrado.
Valenzuela regresó a la Argentina en condiciones de mucho riesgo durante la primera contraofensiva, que fue un polémico envío de militantes que se hallaban a salvo en el exterior para que volvieran a combatir en la Argentina. A los 10 días se encontró encerrado por un grupo de la ESMA, se tragó la pastilla de cianuro; a su mujer tras dar a luz los militantes la habían “trasladado”, un eufemismo que encubría la muerte de los desaparecidos; los bebés fueron robados y el hijo anterior devuelto a los abuelos.