TRILOGIA DE AUSCHWITZ – PRIMO LEVI

 

“… Queda claro que hay entre los hombres dos categorías particularmente bien distintas: los salvados y los hundidos. Otras parejas de contrarios, (los buenos y los malos, los sabios y los tontos, los cobardes y los valientes, los desgraciados y los afortunados) son bastante menos definidas, parecen menos congénitas, y sobre todo admiten gradaciones intermedias mas numerosas y complejas. Esta división es mucho menos evidente en la vida común, en ésta no sucede con frecuencia que un hombre se pierda, porque normalmente el hombre no está solo y, en sus altibajos, está unido al destino de sus vecinos, por que es excepcional que alguien crezca en poder sin límites o descienda continuamente de derrota en derrota hasta la ruina. Además, cada uno posee por lo general reservas espirituales, físicas e incluso pecuniarias  tales, que la eventualidad de un naufragio, de una insuficiencia ante la vida, tiene menos probabilidad ..”

 “… Tanto a Hitler como a Mussolini, cuando hablaban en público se les creía, se los aplaudía, se los admiraba, se los adoraba como dioses. Eran “jefes carismáticos”, poseían un secreto poder de seducción que no nacía de la credibilidad o de la verdad de lo que decían, sino del modo sugestivo como lo decían, de su elocuencia, de su arte histriónico (…) Las ideas que proclamaban … en general eran aberraciones, o tonterías, o crueldades …y millones de fieles los seguían hasta la muerte. Y esos fieles no eran esbirros natos, no eran monstruos: eran gente cualquiera. Los monstruos realmente existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discutir, como Eichmann, como Hoess, como los militares franceses en Argelia, o los americanos en Vietnam. Hay que desconfiar de quien trata de convencernos con argumentos distintos de la razón, es decir, de los jefes carismáticos … Puesto que es difícil distinguir los profetas verdaderos de los falsos, es mejor sospechar de todo profeta, es mejor renunciar a la verdad revelada, por mucho que exalte su sinceridad y esplendor … Es mejor conformarse con otras verdades más modestas y menos entusiasmantes, las que se conquistan con mucho trabajo, poco a poco y sin atajos por el estudio, la discusión y el razonamiento, verdades que pueden ser demostradas y verificadas.

“Una mañana … se propagó entre nosotros la especie de que íbamos a tener que irnos a Sluk, andando, …Los alemanes en análogas circunstancias, habrían cubierto los muros con carteles bilingües, nítidamente impresos, con la hora de salida especificada, el equipo que se debía llevar, el horario de marcha, y la pena de muerte para los que se retrasasen. Los rusos, en cambio, dejaban que la orden se propagase por su cuenta y que la marcha del traslado se organizase sola.

(Munich después de la guerra) “… pero los hombres eran pocos, muchos mutilados, muchos vestidos de harapos como yo. Me parecía que todos habrían tenido que interrogarnos, leernos en la cara quienes éramos, y escuchar con humildad nuestro relato. Pero ninguno nos miraba a los ojos, ninguno aceptó el desafío: eran ciegos, sordos y mudos, pertrechados en sus ruinas como en un reducto de involuntaria ignorancia, todavía fuertes, todavía capaces de odio y de desprecio, prisioneros todavía del viejo complejo de soberbia y de culpa. Me sorprendí buscando entre ellos, entre aquella multitud anónima de rostros sellados ….  de quienes no podían dejar de saber, dejar de recordar, no contestar; de quienes habían ordenado, obedecido, matado, humillado, corrompido. Una tentativa vana y necia: porque no hubiesen sido ellos sino otros, los pocos justos, quienes habrían contestado en su lugar.

En ningún otro lugar o tiempo se ha asistido a un fenómeno tan imprevisto y tan complejo como los Lager nacionalsocialistas. Nunca han sido extinguidas tantas vidas humanas en tan poco tiempo ni con una combinación tan lúcida de ingenio tecnológico, fanatismo y crueldad. Nadie absuelve a los conquistadores españoles de las matanzas perpetradas en América durante todo el siglo XVI. Parece que causaron la muerte de por lo menos 60.000.000 de indios, pero actuaban por su cuenta, sin instrucciones de un gobierno o en contra de ellas; y distribuyeron sus crímenes, en realidad muy poco planeados, a lo largo de 100 años y colaboraron las epidemias que involuntariamente llevaron consigo.

 “Bien los sabía Manzoni: “Los provocadores, los avasalladores, todos aquellos que de alguna manera cometen injusticias, son culpables no sólo del mal que cometen sino también de la perversión que provocan en el ánimo de los ultrajados”

 

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