LA FAMILIA, de Gustavo Ferreyra, leído en 2014
Había para el chico un orden en la vida al que todos estaban sometidos, incluso él, al que mandaba. … Y ahora que pensaba en ello, se le fue abriendo paso una nueva idea, una nueva reflexión: eran las masas las que exigían la existencia de las desigualdades, y la formación por encima de ellas, de ciertas élites. Eran las masas, que sabían interpretar la vida en la época, las que imponían la existencia de los superiores. Y los superiores tenían que resignarse a existir y a ser superiores, o al menos a cumplir con ese papel (disfrutar y sufrir con ese lugar en el escalafón). Eran las leyes de la vida de la especie.
Las buenas relaciones casi siempre se basan en la renuncia a la curiosidad. Con haber develado el misterio de sus tetas debería haberme bastado.
Gustavo carecía casi de sentimientos religiosos, apenas si un pequeño hilo de agua corria más que nada por el campo de las esperanzas, tal si Dios fuese una suerte de pequeño manantial que eventualmente pudiera favorecerlo alguna vez. Casi no pensaba en asuntos religiosos, a tal punto que tampoco podía dársela de ateo, ya que carecía de cualquier reflexión al respecto.. No sabía que pensar y por ende no se detenía a auscultar sus creencias. Suponía que Dios existía de la misma manera que existía un planeta llamado Marte, sólo porque mucha gente lo nombraba y daba por hecha su existencia.
A grandes rasgos había afirmado que los revolucionarios de izquierda y de derecha estaban aferrados necesariamente a un plano de fantasías y que en el centro político estaba la realidad, (..) el revolucionario de izquierda o de derecha debía darse un paseito hacia el centro cada tanto para visitar la realidad.
De ninguna manera iba a considerar a sus padres en su decisión. Sospechaba además que casi nadie en realidad lo hacía a partir de cierta edad, y que los padres eran mas bien excusas en ciertas decisiones.
El tener razón es como una digresión que no hace al meollo del asunto. (…) La verdad por sí sola, es tan impotente como el silencio y como la ausencia, Lo primero que se aprende en la vida es a dejarla de lado. No es que no se le tenga cierto respeto a la verdad, casi nadie quiere ultrajarla gratuitamente o insultarla, pero forma parte de esos respetos que no operar casi sobre lo real. La verdad suele estar en otro nicho de lo real, que no es precisamente el plano en el que actuamos. La verdad tiene su lugar, su rincón, su nicho, y está como exilada. A veces está en nuestra cabeza pero difícilmente está en nuestros músculos.
Parece que en Villa Maria no pudieron subir el ganado al tren. Carlos apretó los dientes. Otra vez la realidad. Siempre que le transmitían una mala noticia los peones iniciaban la frase con “parece” como si se negaran a ser ellos los que la hicieron real.
A veces se preguntaba que ocurría en realidad con los otros estancieros, con los chacareros, con esos colonos piamonteses que iban llegando a la zona y que, a fuerza de hacer en la vida todo los que les iba surgiendo en un proceso con apariencia de natural, parecían indestructibles. Los colonos piamonteses no tenían que pensar en un rumbo, lo tenían.
Pareciera que los padres, por el contrario, vamos incorporando saberes que rápidamente dejamos por el camino., Nuestros saberes como padres son efímeros. Por fin, debemos llegar a la vejez sin saber, sin recordar nada del rol de padres; a lo sumo, algunos son seres respetables a los que los hijos quieren. Es un asunto cultural, supongo, la madre no deja de ser madre y el padre termina por ser lo que siempre en el fondo fue: un ser humano a secas, un ser humano que ha tenido un hijo.,
Ha dicho amor y le ha arrancado a la animalidad su pedazo de carne más sabrosa. Ha dicho amor y se ha creído superior. Y en verdad que es superior si dice amor, sólo que, para que esa superioridad se realice realmente , debe independizarse el amor de sus raíces animales.!. El amor a un amigo es amor extra familiar, es amor sin lazo de sangre ni reproducción. No es extraño que la civilización más avanzada de la historia, los helenos, tuvieran a la amistad como lazo superior a todos los otros, ya que los otros olían a pesebre. No es casualidad que las religiones más retrógadas defiendan a la familia con una tenacidad inaudita. Es la condición del rebaño primitivo, es ancestral y cavernícola, es el pedazo de pasado y de vida que toda religión necesita.