LOS MITOS DE LA HISTORIA ARGENTINA 2
Felipe Pigna
Leído en 2015
San Martin y la Justicia: San Martín, que era un liberal consecuente y un claro defensor de la división de poderes, estaba convencido del valor que debía ocupar el Poder Judicial en un Estado. El Reglamento de los Tribunales, qué dictó en Lima, decía lo siguiente:
“La imparcial administración de justicia, es el cumplimiento de los principales pactos que los hombres forman al entrar en sociedad; ella es la vida del cuerpo político, que desfallece apenas asume el síntoma de alguna pasión, y queda exánime luego de que, en vez de aplicar los jueces la ley, y de hablar como sacerdotes de ella, la invocan para prostituir impunemente su carácter. El que la dicta y el que la ejecuta, pueden ciertamente hacer grandes abusos, más ninguno de los tres poderes que presiden la organización social, es capaz de causar el número de miserias con que los encargados de la autoridad judicial afligen a los pueblos cuando frustran el objeto de su institución.”
Bouchard y las aventuras con la fragata La Argentina: desde las costas africanas, la Argentina partió rumbo a las Filipinas, importante colonia española, con el objetivo de bloquear sus puertos y perjudicar al máximo a la flota de Su Majestad. A los 2 días de navegación, el vigía vio dos naves mercantes y le dieron señal de detenerse; los barcos que resultaron negreros, a cargo de piratas berberiscos, se dieron a la fuga, pero fueron cañoneados por La Argentina y abordados por los hombres de Buchard. Todos los esclavos fueron liberados y los capitanes fueron sometidos a Consejo de Guerra y ahorcados en el palo mayor de la nave.
La Argentina siguió navegando, y al llegar al Estrecho de Macassar, tuvieron noticias de que aquella zona estaba bajo el control de los piratas malayos.
Los hombres de La Argentina tuvieron que enfrentar un decidido ataque de cinco prahos malayos, con la bandera pirata al tope del palo mayor. Cuando los cinco barcos rodearon a La Argentina, Bouchard ordenó a todos sus hombres fuego rasante:
“ y a la hora y media de fuego y del golpe de las armas, el capitán de la proha, viendo frustrado su designio, se dio dos puñaladas y se arrojó al agua. Lo mismo hicieron otros cinco y el resto de la tripulación se defendió muy poco tiempo después. Cesado el fuego, saltó mi gente a bordo de la proha y halló 42 hombres – sin contar muertos ni heridos – y a pesar de estar asegurados, ellos manifestaban la ferocidad de su corazón e indicaban y expresaban su voluntad de atentar. Reunido inmediatamente en Consejo de Guerra, la oficialidad pronunció que debían ser tratados y castigados como piratas. En consecuencia, sacando los muchachos que había a bordo y cortando los palos al barco, se depositó en él a la demás gente, haciendo enseguida fuego con la batería de arriba; la embarcación se sumergió a los gritos de Alá Alá que repetían en coro sus tripulantes.” Solo sobrevivieron 20 jóvenes prisioneros que fueron incorporados a la tripulación corsaria.
El 7 de noviembre de 1817, La Argentina llegaba a la llamada Nueva Isla, en la zona conocida como la Cabeza de Java, cerca del Estrecho de Sonda. Bouchard pudo comprobar que casi la totalidad de la tripulación había sido afectada por el escorbuto. La terapia resultó por lo demás curiosa, dice el capitán:
“el día 8 eché todos los enfermos en tierra, haciendo una tienda de campaña para procurarle de algún modo a que se mejorasen y viendo que en 8 días no se consigue nada, mandé al cirujano que tenía a bordo, que hiciese abrir unos fosos de 4 pies de profundidad para enterrarlos hasta el pescuezo, y al día siguiente bajé en tierra y los hice enterrar a todos, y de esto resultó que el que se había pasado totalmente de escorbuto, murió el cabo 1 hora, y los demás consiguieron mejorarse.”
California, tierra argentina: el 3 de julio de 1818, los dos buques argentinos, la fragata La Argentina y la fragata Chacabuco, comenzaron a bombardear el fuerte de Monterrey, en California. Desde tierra respondieron con fuego a discreción; el combate se prolongó hasta la mañana del 24, cuando Bouchard y 200 de los suyos, pudieron desembarcar y establecer una cabeza de playa. Enfrentaban una fuerza de caballería de más de 300 hombres. Cuenta Piriz con justificado orgullo:
“rendimos la primera batería compuesta por 18 cañones de bronce y fierro de 12 y 18, y los inutilizamos del todo; era forzoso hacer lo mismo con la otra batería que restaba, y con otras varias piezas de artillería volante, escoltadas por algunos piquetes de caballería, que guarnecía el presidio y nos hacían bastante resistencia. Por ello, a sangre y fuego logramos rendir todo aquel pueblo y salvamos nuestros prisioneros, incendiamos su depósito de pólvora, reventamos su artillería, aprovechamos todo el armamento que pudimos embarcar, demolimos sus fortalezas, almacenes y presidio. Se tomó posesión nuevamente de La Chacabuco, en la que fue izada la bandera nacional. Se transbordaron los heridos y se repararon los estragos que hiciera la artillería en aquella nave.”
California era argentina. Así lo atestiguan las banderas de Belgrano que flameaban en lo alto de todos los edificios de Monterrey; nada español quedó en pie, solo se respetaron las propiedades de los americanos, que según el testimonio de los revolucionarios locales, apoyaban la causa de la libertad.
Empréstitos ingleses: de 1822 a 1826, 10 empréstitos han sido hechos en Inglaterra en nombre de las colonias españolas. Montaban esos empréstitos a la suma de 20.978.000 libras, según cuenta el Vizconde Chateaubriand.
Estos empréstitos – uno llevaba al otro – habían sido contratados al 75%. Después se descontó 2 años de intereses al 6% . Enseguida se retuvo 7.000.000 de libras, de gastos varios inespecificados. Al fin de cuentas, Inglaterra ha desembolsado una suma total de 7.000.000 de libras, pero las repúblicas españolas han quedado hipotecadas en una deuda del monto de 20.978.000 libras. A estos empréstitos, ya excesivos, fueron a unirse esa multitud de asociaciones destinadas a explotar minas, pescar parlas, dragar canales, explotar tierras; en ese nuevo mundo que parecía descubierto por primera vez, estas Compañías se elevaban al número de 29. El capital nominal empleado por todas ellas era de 14.767.500 libras, los suscriptores no proporcionaban en realidad más que la cuarta parte de esa suma, es decir 3.000.000 de los empréstitos, en total 10.000.000 adelantados a las colonias españolas. Inglaterra queda como acreedora de 35.745.000 libras, tanto sobre los gobiernos como sobre los particulares. Resulta de estos hechos, que en el momento de la emancipación, las colonias españolas se volvieron una especie de colonias inglesas.-
Tratado de Libre Comercio y Amistad con Inglaterra: La Baring Brothers contaba con un apoderado en Buenos Aires – el inefable Manuel José García – pero además se envió a Woodbine Parish, que era el secretario de Canning y tenía la misión de firmar el Tratado de Libre Comercio y Amistad, cuyo texto era idéntico al impuesto a todas las ex colonias de Hispanoamérica que ambicionaban ser reconocida como nación por Inglaterra.
Este tratado, impuesto como requisito previo para el reconocimiento y firmado el 2 de febrero de 1825, se llevará el destino del país como nación dependiente de una metrópoli, que le asignó un papel inamovible en la división de trabajo que imponía el mundo: el de simple productor de materias primas y comprador de manufacturas.
Este Tratado le mereció los siguientes comentarios al cónsul yanqui:
“La ostensible reciprocidad es una burla cruel a la absoluta falta de recursos de estas provincias, y un golpe a sus futuras esperanzas de cualquier tonelaje marítimo. Gran Bretaña empieza por estipular que sus dos y medio millones de tonelaje, ya en plena existencia, gozarán de todos los privilegios en materia de importación, exportación o cualquiera otra actividad comercial de que disfruten los barcos de construcción nacional, y a renglón seguido acuerda que los barcos de estas provincias (que no tiene ninguno), serán admitidos en iguales condiciones en los puertos británicos, y que solo se considerarán barcos de estas provincias, aquellos que se hayan construido en el país y cuyo propietario, capitán y 3/4 partes de la tripulación sean ciudadanos de estas provincias. Una burla.”
La Guerra del Paraguay: escribía Carlos Guido y Spano:
¿O vamos como se dice en altas voces, a libertar el Paraguay? y ¿quién nos ha dado el derecho de intervenir en su régimen interno, de imponerle a balazos una civilización de la que el hecho mismo sería su contradicción más flagrante?
Por su parte Mitre afirmó en su mensaje al Senado el 1 de mayo de 1868:
“Esta guerra que no buscamos, que no deseábamos, era inevitable debido a la naturaleza del poder despótico e irresponsable del Gobierno del Paraguay, que constituía una amenaza perpetua para sus vecinos, debido a la concentración de elementos militares en su territorio, militarizando en masa a su población para perturbar nuestra paz, fomentando nuestras divisiones (políticas); debido a cuestiones económicas referentes a la libertad de navegación y de los ríos y del comercio, originadas en su política restrictiva y exclusivista y finalmente por la reivindicación de nuestros límites legítimos y naturales.”
El diario Le Courrier Del Plata, en enero de 1869, hace un diagnóstico severo y preciso de la estrategia del gobierno argentino:
“frente a la guerra, la táctica empleada contra López no es nueva, ha sido renovada de la guerra de la India, de África, en todas las guerras de invasión se hace del dictador un monstruo, un caníbal, se le prodigan los epítetos más infamantes, y a favor de esta indignación prefabricada, se viola tranquilamente un territorio, se confisca un pueblo, se escamotea una nacionalidad. Nosotros no discutimos los hechos que se imputan a López; la fuente en que los diarios han obtenido sus crónicas nos resultan sospechosas. Pero aun cuando López hubiera hecho sacrificar las 400000 almas de que habla la nación Argentina en un acceso de lirismo, sería esto una razón para reducir a la servidumbre el resto del pueblo?. Esta nación agonizante, agotada pero grande como todo lo que ha caído heroicamente, no habrá nadie que arrastre por tierra este gran nombre de la nacionalidad paraguaya, que reclamará para ello una tierra y una bandera. Los que nos acusan de simpatizar con la tiranía, sepan que esa simpatía es para la causa del pueblo, de la autonomía de la nación más vivaz, más militante y más interesante de América del Sur.
«En cuanto al hombre que ha jugado en esta forma una partida que ha perdido, no por faltas de su pueblo, que hará para nosotros como uno de esos fenómenos que se encuentran con frecuencia sobre los límites de la barbarie y de la civilización. Nosotros no podemos dejar de reconocer al más débil, el derecho de romper los límites de la legalidad y de los sentimientos humanos. Nosotros no anatematizamos a los patriotas, que en 1808 cortejaron a los conquistadores ingleses para suprimirlos más fácilmente, ni a todos aquellos que, defendiendo su país, su bandera, su independencia, han debido recurrir a medidas que la moral y la humanidad desaprueba.”
Cerro Corá, Francisco Solano López y Madame Lynch: con su inseparable compañera, Madame Lynch, “ la princesa de la selva”, sus cuatro hijos y poco más de 400 hombres, mujeres y niños que se negaban a entregarse, llegó López a Cerro Corá el 14 de febrero de 1870.
Allí preparó la última resistencia con un Ejército compuesto mayoritariamente por niños y mujeres, con el jefe de Estado Mayor más joven de su historia: su hijo Panchito de solo 14 años.
Las campanas de las iglesias se habían transformado en cañones, que a falta de balas, disparaban piedras, huesos y arena. Al mediodía del primero de marzo, las tropas brasileñas llegaron al lugar. La lucha era demasiado desigual y la batalla duró poco.
Solano López, al frente de lo que quedaba de su heroico pueblo, fue herido de un lanzazo; le ordenó a Panchito proteger a su madre y a sus hermanos. Varios soldados se abalanzaban sobre el hombre más buscado por la Triple Alianza: nadie quería perderse las 100.000 libras que los “civilizadores” ofrecían por la cabeza del Mariscal López.
El presidente paraguayo se defendió como un tigre acorralado y logró matar a varios de sus atacantes.
El general Cámara, a cargo del pelotón atacante, lo intimó a que se rindiera y le garantizó su vida. Pero a López ya no le importaba sino su dignidad. Siguió peleando bañado en sangre hasta que Cámara ordenó “maten a ese hombre”; un certero disparo le atravesó el corazón.
Los soldados atacaron los carruajes que trataban de huir, Panchito montó guardia frente al que ocupaban sus hermanos y su madre, Madame Lynch.
Los brasileños le preguntaron si allí estaba la querida de López y sus bastardos; Panchito defendió el honor nacional y familiar y fue fusilado en el acto.
A Elisa Lynch le tocó la última batalla de esta guerra miserable y despareja: con toda su enorme dignidad descendió de su carro, cargó el cadáver de su hijo y buscó el de su marido, cavó con sus manos una fosa y enterró los dos cuerpos y parte de su vida.
Dice un testigo de los hechos:
El pueblo paraguayo en esta última época, presentó un ejemplo que aún la historia de los tiempos modernos no reviste otro igual. Un último Ejército de inválidos, viejos y niños de 10 a 15 años, combatiendo bizarramente contra fuerzas superiores y muriendo como si fueran soldados en los campos de batalla, que no concluían sino para volver a dar comienzo, entre la agonía y los moribundos y el horror del degüello sin piedad. (José Ignacio Garmendia).
Rauch, el asesino de indios: el ascenso de Rivadavia a la presidencia en 1826, significó para los Pampas la pérdida de grandes territorios. La generosa ley de Enfiteusis, implicó que 538 propietarios privados se adueñaran de 8.600.000 hectáreas.
Para controlar las fronteras y garantizar la tranquilidad de los nuevos propietarios, Rivadavia contrató a un mercenario prusiano, que sin demasiados trámites recibiría el grado de Coronel del Ejército Nacional, Federico Rauch, cuya estrategia consistía en atacar por sorpresa y asesinar indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños. La política de aniquilamiento de Rauch, produjo importantes avances en la línea de frontera.
Inclusive el 24 de febrero de 1827, el efímero presidente Rivadavia, se hizo tiempo para emitir un oficio que decía “deseando presentar al señor coronel don Federico Rauch, una expresión especial del aprecio que hace de sus distinguidos y relevantes servicios, le envía una espada en memoria y el honor con que ha usado la suya, sosteniendo la causa pública; ella desgraciadamente no corresponde por su calidad al objeto que se le destina, pero las circunstancias en que se halla el país, han hecho ineficaces las más vivas diligencias de encontrar una mejor, quedando por igual motivo sin ejecución, por ahora, el designio de acompañarla con un par de pistolas, que les serán entregadas hasta luego como pueden adquirirse de la clase que se desea.”
El coronel Rauch devolvió los elogios con partes militares como este, mucho menos lírico que el versito de Varela: “hoy 18 de enero de 1828, para ahorrar balas degollamos a 28 ranqueles”
Pronto le llegaría su turno al “espanto del desierto”: el 28 de marzo de 1829 en el combate de Las Vizcacheras, Rauch fue derrotado y degollado por el ranquel el Arbolito. Al morir Rauch, los 30.000 km2 de pampas que poseía Buenos Aires se habían transformado en más de 100.000. Se entiende porque hay una ciudad en la provincia de Buenos Aires que aún lleva su nombre.
Ley 947 del 5 de octubre de 1878, regalo de 8.000.000 de hectáreas: el presidente Nicolás Avellaneda dicta la ley 947, que autorizaba al Poder Ejecutivo a invertir hasta 1.600.000 pesos para concretar el corrimiento de la frontera a la margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, previo sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la Pampa, desde el río Quinto y el Diamante, hasta los dos ríos antes mencionados. La suma millonaria se obtendría a través del producido en las tierras públicas nacionales que se conquisten; se emitirían 4000 títulos públicos con un valor nominal inicial de 400 pesos fuertes cada uno. Cada título dará derecho de la propiedad de una lengua de tierra (equivalente a 2500 hectáreas), en los territorios por conquistarse.
El empréstito se abrió entre el 1 de noviembre y el 31 de diciembre de 1878. Implicó la venta de 4000 leguas ubicados entre la línea de frontera existente en ese momento y los ríos Negro y Neuquén.
“La generosidad de los suscriptores reclama que la adjudicación de las tierras tenga lugar inmediatamente, para garantizarse contra el sorteo futuro y contra cualquier circunstancia que los deje en posesión de un campo malo, de un arenal o de una inmensa cañada.
El señor Luro solicita 200 leguas sobre el río Colorado, según se dijo en la Bolsa.
Tenemos hasta el momento la siguiente demanda:
Señor Martínez de Hoz y CIA, 1000 leguas (2.500.000 hectáreas)
Señor Saturnino Unzué e hijos , 200 leguas (500.000 hectáreas)
Señor Belisario Hueyo y CIA, 100 leguas (250.000 hectáreas).
Total de pedidos: 3.250.000 hectáreas.
El señor Unzué compra los campos de Guaminí y el señor Hueyo los de Carhué Tomamos estos datos de la Bolsa de Comercio.” (Diario La Prensa).
Por efecto de la mencionada ley 947, 391 personas se quedaron con 8.548.817 hectáreas de las mejores tierras del mundo.
Roca y los indios, campaña del desierto de 1879: los diarios de Buenos Aires estaban rebosantes y exhortaban a concluir rápidamente y sin miramientos humanitarios la faena contra los indios:
“Para acabar con esos restos de lo que fueron las poderosas tribus, ladrones audaces, enjambres de lanzas, amenaza perpetua para la civilización, no se necesita otra táctica que la que los cazadores de alto tono, allá en el mundo viejo emplean contra el jabalí, qué digo el jabalí, contra el ciervo, porque al ciervo disparador y jadeante se ha reducido el indio. Es preciso tener presente todas las picardías anteriores de esos desgraciados para no tenerles lástima”
El saldo de la campaña fue de miles de indios muertos, 14.000 reducidos a la servidumbre y la ocupación de 15.000 leguas cuadradas que se destinarían teóricamente a la agricultura y a la ganadería.
Las enfermedades contraídas por el contacto con los blancos, la pobreza y el hambre, aceleraron la mortandad de los indígenas patagónicos sobrevivientes.
El padre salesiano Alberto Agostini brindaba este panorama:
“El principal agente de la rápida extinción de los indios, fue la persecución despiadada y sin tregua que les hicieron los estancieros por medio de peones orejeros, quienes estimulados y pagados por los patrones que los cazaban sin misericordia, a tiro de Winchester, o los envenenaban con estricnina para que sus mandantes se quedaran con los campos primeramente ocupados por los aborígenes. Se llegó a pagar 1 libra por par de orejas de indios; al aparecer con vida alguno de sus desorejados, se cambió la oferta a 1 libra por par de testículos.”
Los sobrevivientes fueron “civilizadamente” trasladados, caminando encadenados 1.400 km hacia los puertos de Bahía Blanca y Carmen de Patagones, y allí partían en una larga y penosa travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mares, hacia el puerto de Buenos Aires; los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie.
Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros, fue obligado a desfilar encadenados por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de “dignos” y “los bárbaros son los que les pusieron cadenas”, prorrumpieron en un emocionado aplauso a los prisioneros, que logró opacar el clima festivo y patriótico que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso desfile de la victoria.
Desde el puerto, los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla Martín García; desde allí fueron embarcados nuevamente y depositados en el Hotel de Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso a “repartir el botín”, según lo cuenta el Diario Nacional, que titulaba «Entrega de Indios : los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad por medio de la Sociedad de Beneficencia.»
El diario Nacional describía así la barbarie de las Damas de Beneficencia, encargadas de beneficiarse con los repartos de seres humanos como sirvientes, quitándole sus hijos a las madres y destrozando familias.
“La desesperación, el llanto no cesa, se les quita la madre de sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas, con los brazos al cielo, dirigen las mujeres indias en aquel marco humano: unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia.”
Repartija de las tierras: la ley de remate público, del 3 de diciembre de 1882 otorgó 5.473.053 hectáreas a los especuladores. Otra ley, la 1552, adjudicó 820.305 hectáreas a 150 propietarios. La ley de “premios militares” del 5 de septiembre de 1885, entregó a 541 oficiales del Ejército Argentino 4.676.510 hectáreas en las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut y Tierra del Fuego.
La cereza de la torta llegó en 1887: una ley especial del Congreso de la Nación premió al General Roca, con otras 15.000 hectáreas.
Si hacemos números tendremos este balance:
- la llamada “Conquista del Desierto” sirvió para que entre 1876 y 1903 es decir en 27 años, el Estado regalase o vendiese por moneditas, 41.187.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados estrechamente por lazos económicos, y/o familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período.
- 67 propietarios pasaron a ser dueños de 6.062.000 hectáreas.
- entre ellos se destacaban 24 familias “patricias” que recibieron parcelas que oscilaban entre las 200.000 hectáreas de los Luro, a las 2.500.000 obtenidas por los Martínez de Hoz.
- la concentración de la propiedad se fue acrecentando y hacia la década del 20 del siglo 20, concluido ya el proceso de formación de la propiedad rural, solamente 50 familias eran propietarias de más de 4.000.000 de hectáreas en la provincia de Buenos Aires.
Algunos ya eran grandes terratenientes, otros comenzaron a serlo, inauguraron su carrera de ricos y famosos: los Pereira Iraola, los Alzaga Unzué, los Luro, los Anchorena, los Martínez de Hoz y los Menéndez ya tenían algo más que donde caerse muertos.
Gobiernos liberales??: desde 1955 a la fecha en que se escribió el libro (2015), los principales responsables de la ¿evolución? de la economía nacional han sido los gobiernos liberales. De los casi 60 ministros de economía que ejercieron el cargo en esos 50 años, solo 7 pueden considerarse no liberales y administraron el Estado durante apenas 6 años. Lo curioso es que los responsables del actual desastre, se siguen quejando del estatismo, de los males de la burocracia y de los problemas estructurales que ellos mismos ayudaron a consolidar, en complicidad con los poderes económicos de turno y las fundaciones económicas privadas, siempre prestas a subsidiar las ideas antipopulares y a denostar a un Estado, a expensas del cual han hecho sus fortunas.