EL FUTURO DEL CAPITALISMO, de LESTER THUROW.

EDICIÓN 1996

Leido en 1997

Como se defienden los sistemas políticos ante las amenazas: siempre los gobernantes saben que gobiernan  en virtud de las reglas vigentes:  por ello instintivamente se oponen al cambio: si las reglas fueron distintas,  deberían gobernar personas diferentes.  En ninguna parte se percibe más vívidamente este principio que en el viejo mundo comunista. La segunda y tercera generaciones del liderazgo eran todavía ideológicamente comunistas,  pero habían llegado a ser los elementos socialmente más conservadores en sus sociedades. Así como el cuerpo  desarrolla las defensas contra las enfermedades,  los sistemas sociales desarrollan defensas contra el cambio.  Históricamente las amenazas militares  exteriores,  los disturbios sociales internos y las ideologías alternativas,  han sido utilizadas como justificativos para controlar los intereses creados en el statu quo.  Es lo que ha permitido el capitalismo sobrevivir y tener éxito.

Los ricos fueron más astutos de lo que Marx pensaba. Comprendieron que su propia supervivencia en el largo plazo dependía de eliminar las condiciones revolucionarias y lo lograron.  Un conservador aristocrático de Alemania, Bismarck, introdujo las pensiones estatales para la vejez y la asistencia pública en las últimas décadas del siglo XIX. En 1911,  el hijo de un duque británico,  Winston Churchill,  promovió el primer sistema político del seguro para el desempleo en gran escala.  Un presidente electo y patricio, Franklin Roosevelt,  concibió el estado de bienestar social, que salvó al capitalismo después de su colapso en los Estados Unidos.  Ninguna de estas cosas habría sucedido si el capitalismo no se hubiera visto amenazado.

¿Qué hace el capitalismo para adaptarse a las nuevas circunstancias, cuando no existen amenazas externas del comunismo ni amenazas internas del socialismo?  sin ideologías alternativas que prescriban cómo se podrían manejar las economías sobre la base de principio diferentes, ¿qué les impide a las élites que manejan al sistema, introducir  los cambios necesarios para enfrentar un mundo diferente? han habido otros períodos en los cual el sistema social predominante no tenía competidores: el Antiguo Egipto, la Roma imperial, la Edad Media feudal,. Japón hasta que llegó el almirante Perry, el Reino medio de la China.  En todas estas situaciones, el sistema social predominante perdió su capacidad de adaptación: a medida que la tecnología y las ideologías cambiantes cambiaron,  ninguno de ellos se pudo mantener unido ni se volvió a unir.

El socialismo fue inventado poco después que el capitalismo como un remedio a los visibles defectos del capitalismo del siglo XIX:  la excesiva desigualdad,  el desempleo creciente,  el excedente de la mano de obra.  Para curar estos defectos,  los socialistas pensaron que sería posible desarrollar un nuevo ser humano bajo el socialismo, un “individuo social”  que sería la piedra fundamental de la producción y la riqueza.

El comunismo fracasó porque,  en la práctica,  nadie logró crear ese nuevo ser humano. Resultó imposible motivar a la mayoría de los seres humanos para trabajar esforzadamente por los objetivos sociales durante largo tiempo. En los años 20 y 30 los soviéticos pudieron estar motivados para construir el socialismo; en los años 40 pudieron estar motivados para derrotar a Hitler;  en los 50 y 60 pudieron estar motivados para reconstruirse después de la destrucción del fascismo; ya en la década de los 50 la URSS parecía trabajar empeñosamente y sus índices de crecimiento superaban a los Estados Unidos, pero 70 años después de iniciado el experimento, los soviéticos ya no podían ser motivados a trabajar para construir el socialismo, y el sistema se derrumbó. En la pugna entre los valores individuales y los valores sociales los individuales ganaron.

Ganan los que logran integrar mejor todos los procesos: lo que se ha dado en llamar “el ciclo el producto” ya no existe más.  El arte de la ingeniería de reversión, junto con el crecimiento de las compañías multinacionales, interesadas en emplear sus tecnologías donde quiera que los costos de producción sean más bajos, ha conducido a una situación, donde las nuevas tecnologías de producción fluyen alrededor del mundo casi tan rápidamente como el capital y los recursos naturales.  Las nuevas tecnologías patentadas, no necesariamente se emplean donde fueron inventadas o por aquellos que las han financiado.

Pensemos en la cámara de video y el grabador (inventado por los norteamericanos),  en el fax (inventado por los norteamericanos) y en el reproductor de discos compactos (inventado por los holandeses). En cuanto a las ventas, el empleo y las ganancias, todos han llegado a ser productos japoneses, a pesar de que los japoneses no han sido sus inventores. La invención del producto, si una nación no es un productor mundial de bajo costo, le da una muy pequeña ventaja económica. La tecnología nunca ha sido más importante, pero lo que importa más, es ser el líder en las tecnologías del proceso y no tanto de las nuevas tecnologías del producto.

Ser un productor de bajo costo es en parte una cuestión de salarios, pero en gran parte consiste en llegar a ser un experto en la tecnología del proceso, contar con las habilidades y conocimientos para reunir los nuevos elementos, y con la capacidad para manejar los procesos de producción.  Para ser líder en la tecnología del proceso, una empresa de éxito debe estar manejada de tal manera, que exista una red inconsútil entre la inversión, el diseño y la fabricación, la venta, las logísticas y los servicios; que otros competidores no pueden igualar la clave para ser el mejor no se encuentra en el capital o la mano de obra intensiva; ni siquiera en el management intensivo,  sino en tener las habilidades básicas en toda la organización que permitan ser el integrador de más bajo costo de todas estas actividades.

 

 

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