LE DEDICO MI SILENCIO, libro de MARIO VARGAS LLOSA, leido durante 2024
Los callejones de Lima y la música: los callejones de Lima fueron la cuna de la música que, tres siglos después de la Conquista, se podía llamar genuinamente peruana; y ni siquiera hay que decir que el orgulloso autor de estas líneas, la considera el aporte más sublime del Perú al mundo. En los callejones había ratas, pero también música y una cosa compensaba la otra.
La huachafería: ya se había subrayado que era absurdo considerar esta palabra (huachafería), como un sinónimo de la cursilería, según decían algunos diccionarios, sobre todo el diccionario de peruanismos.
No había en la huachafería peruana algo más que lo meramente cursi, había una manera de entender el mundo de un modo diferente a nosotros, algo más ingenuo y más tierno, menos culto pero más intuitivo, y característico de cada clase social. El convertiría a los zapatitos de charol de Lalo Molfino en su símbolo; había una huachafería humilde, de los peruanos indios, una huachafería de los cholos, es decir de las clases medias y hasta los ricos tenían su propia huachafería cuando se hacían pasar por nobles o descendiente de nobles, retándose a duelo entre ellos según el código del Marqués de Cabruñana, como si eso fuera a blanquearlos un poquito, haciéndole perder su condición de mestizos.
Chabuca Grande: pero solo Chabuca Grande consiguió derrotar a todas las otras cantoras e imponerse internacionalmente, llevando la música peruana más allá de nuestras fronteras, y dándole una audiencia universal.
Carlos Gardel: la muerte de Carlos Gardel en 1935, en un accidente de aviación en Colombia, tuvo un efecto catastrófico en el mundo entero y por supuesto también en el Perú. Ocurrió en un momento en el que el tango, que había dado la vuelta al mundo gracias al zorzal gaucho y a la poderosa presencia Argentina en todo el planeta – eran otros tiempos – se imponía incluso en París, donde se bailaba el tango Apache y al igual que en Francia, por todas partes se inventaban pasos que las parejas acoplaban al compás de la música.
El tango se volvió aún más popular a raíz de aquella tragedia, hasta el punto de ir desplazando poco a poco, aquí en nuestra tierra, al vals criollo entre las preferencias populares.
La música y los Incas: qué música tocaban los Incas? el incario no debió ser un pueblo muy musical, porque fue un imperio concentrado en extender sus fronteras y en incorporar a nuevos grupos y colectividades al Tahuantinsuyo. Solo duró unos 100 años antes de disolverse en luchas intestinas, por la estúpida pelea entre Huáscar, el ecuatoriano y el cusqueño Atahualpa.
Aquellos ancestros procedían con la máxima cautela, prefiriendo la persuasión a la agresión, y así consiguieron ensanchar los límites del incario hasta la llegada de los conquistadores españoles. Pero la división del imperio entre el Cuzco y Quito, fractura que llenó de sangre y de cadáveres la cordillera de los Andes favoreció mucho la conquista española.
Apenas percibieron la llegada de los españoles, las naciones que el incario creía haber incorporado, se insubordinaron y comenzaron a ayudar a estos últimos, entre ellos los chancas y los huancas, vecinos subyugados. Se aliaron a los nuevos invasores y esto fue fatal para los Incas, que además de la división entre Huáscar y Atahualpa, debieron enfrentar la rebeldía de las naciones y culturas sometidas, que nunca lo estuvieron del todo, solo en la superficie.
La huachafería (2): la fiesta del Inti Raymi, que resucita cada año en el Cuzco, con millares de extras, es una ceremonia intensamente huachafa: ni más ni menos que la procesión del Señor de los Milagros que amorata Lima (adviértase que utilizó el verbo con huachafería) el mes de octubre.
Por su naturaleza, la huachafería está más cerca de ciertos quehaceres y actividades que de otros, pero en realidad no hay comportamiento ni ocupación que la excluya. En esencia, la oratoria solo si es huachafa seduce al público nacional. El político que no gesticula, que prefiere la línea recta a la curva, que no abusa de las metáforas y no ruge o canta en vez de hablar, difícilmente llegará al corazón de los oyentes. Un “gran orador” en el Perú, quiere decir – es el caso de Haya de la Torre, el fundador del aprismo – hablan frondoso, florido, teatral y musical. En resumen un encantador de serpientes.
Las ciencias exactas y naturales tienen solo nerviosos contactos con la huachafería. La religión, en cambio se codea con ella todo el tiempo, y hay ciencias con irresistible predisposición huachafa, como las llamadas huachafanamente “Ciencias Sociales”, se puede decir. Científicos sociales o políticologo, sin incurrir en alguna forma de huachafería tal vez, pero si así sucede, tenemos la sensación de un escamoteo como cuando un torero no hace desplantes al toro.
Y aquí algunas muestras de huachafería de alta alcurnia: retar a duelo, la afición taurina, tener casa en Miami, el uso de la partícula de o la conjunción y en el apellido, los anglicismos y creerse blanco. De clase media: ver telenovelas y reproducirlas en la vida real, llevar tallarines en ollas familiares a las playas los días domingos y comérselos entre ola y ola; decir pienso de que, inventar diminutivos hasta en la sopa, “te tomas un champancito hermanito” y tratar de cholo en sentido peyorativo o no al prójimo; y proletarias: usar brillantina, mascar chicle, fumar marihuana, bailar el rock and roll y ser racista.-
Los indios preshispànicos se peleaban porque no se entendían al hablar: había unas 1500 lenguas, jergas y vocabularios en América Latina, aunque algunos filólogos hacen subir este número hasta 5000 y otros se quedan en unas 2000 o algo más. En todo caso, es claro que los americanos no se entendían entre ellos y por eso se entre mataban en guerras locales o continentales. Esa fue la América Latina con que se encontraron los primeros conquistadores españoles, una orgía de sangre por las 1000 batallas que soportaba.
Sobre este piélago de lenguajes, vocabularios y jergas en distintos niveles de desarrollo, el español cayó como un rocío que los integró a todos, y desde entonces los americanos dejaron de matarse y empezaron a convivir más o menos pacíficamente. Eso sí, olvidando las asonadas militares, y las dictaduras del siglo 19, que siempre fueron violentas y desastrosas para el porvenir de aquellos países, es decir los nuestros.
Lo mejor que pudo haberle pasado a América Latina, fue esa unificación de la lengua gracias al español, que ahora permite entenderse a los latinoamericanos desde México hasta la Argentina, con la excepción de Brasil, donde sin embargo cada día más gente lo habla.
Es decir que, la conquista y el dominio de España sobre América Latina tuvo por lo menos un beneficio: el idioma español que materializó la hazaña de integrar al continente, al menos en su manera de hablar y de pensar. ¿En qué otra parte del mundo se puede viajar de extremo a extremo entendiendo todo lo que dicen las personas de esos países y haciéndose entender? en África, en el Oriente, en Europa por ejemplo, hay que aprender idiomas o quedarse mudos si uno sale de su propio país.
La religión: se preguntará el lector si el autor de estas páginas es católico y como respuesta tendría que hacer una confesión: a pesar de que algunos días en que pienso en la muerte, en las ratas que vendrán a devorar mi cadáver, me enloquezco y rezo y creo en la religión en la que me instruyeron los hermanos del Colegio de La Salle, muchas veces me digo que aquellas historias de la Biblia han sido concebidas para gentes incultas y que las personas leídas no pueden creerlo ciegamente. ¿En qué creo? a ratos sí y a ratos no, en Cristo y en la Virgen María, en la pasión y muerte de Cristo, aunque ahora tengo muchas dudas al respecto. No me convence para nada la forma en que la Iglesia Católica ha ido creciendo y expandiéndose en el mundo con mil y una prohibiciones. No decía don Gonzalo Toledo, en su libro Déjame que te cuente, que la Iglesia Católica estuvo a punto de excomulgar el vals peruano porque en el baile, el varón rozaba con la mano en la espalda de su compañera de danza.
En todo caso, es un hecho que los seres humanos viven mejor con la religión que sin ella. El cristianismo ordena toda aquella dispersión bárbara y crea un denominador común para los latinoamericanos, tan diferentes entre sí.
¿Es mejor que exista el cristianismo? pues sin duda, pero sin meterse con la música criolla, en un régimen de libertades en el que sean lícitos la picardía, el gracejo y la mano en la espalda.