Este excelente libro lo lei en 2022, recomiendo fuertemente su lectura. Gerchunoff es uno de los principales sino el principal historiador económico de la Argentina.
LA MONEDA EN EL AIRE – Pablo Gerchunoff y Roy Hora
Crecimiento de los años 60: llevó tiempo encuadrar la década del 60 como un período de expansión económica y cambio productivo. Pese a que había sólidas evidencias que apuntaban en esa dirección, el argumento de que tras el derrocamiento de Perón había habido progreso social y mejora el nivel de vida, estaba poco presente en la discusión. Palabras como dependencia e imperialismo tenía mucho peso. Al mismo tiempo muchas veces los relatos sobre la política del periodo, estaban más atentos a las batallas de retaguardia que lideraba el movimiento obrero en defensa de sus conquistas en la era peronista, que a los elementos que hablaban de la creciente centralidad de las clases medias o la movilidad social, fenómenos que se reflejaban por ejemplo en la expansión de la matrícula universitaria y el peso creciente de la demanda estudiantil.
Ruido del ascensor: los cambios tras el golpe militar de 1976 bueno notorios. Para mi experiencia personal sin embargo, decir 1975 y decir 1976 no hacía mucha diferencia. Como buen negador pensé que con cambiar de domicilio alcanzaba para protegerme de la represión que entonces campeaba a mi alrededor. Me mudé de Palermo a San Telmo pero no fue suficiente. En mi nuevo departamento se escuchaba mucho el ascensor del edificio y eso me hizo vivir momentos terribles. En el dormitorio, cada noche el movimiento del ascensor acercándose me producía un ataque de terror. No sé cómo logré convivir con ese infierno, sin duda fue un cambio radical respecto a la década del 60 agravado porque no tenía trabajo o tenía trabajo mal pago decía Pablo Gerchunoff.
Destaqué este párrafo porque a mi me pasaba exactamente lo mismo cuando vivía con mi mujer y mis dos hijos muy chicos en mi departamento de Nuñez, en la calle Moldes, primer departamento en mi vida de casado.
Liderazgo: destrezas fundamentales para robustecer el liderazgo, decirle a cada uno lo que quiere escuchar establecer un vínculo singular con cada colaborador. (ROY HORA)
Fracaso del PLAN PRIMAVERA y debacle económica de ALFONSIN: lo que hizo fracasar y naufragar el programa de estabilización del Plan Primavera fue la gravísima situación externa. La deuda impagable – pero que los organismos internacionales y el gobierno en los Estados Unidos no aceptaban como impagable-´ fue el principal determinante en el fracaso. Pero hubo decisiones que tampoco ayudaron. Poco después del lanzamiento del Plan Austral se otorgó un aumento a los jubilados que desequilibró las cuentas fiscales; ese aumento en innecesario para ganar las elecciones de noviembre de 1985. Y a partir de la designación de Carlos Alderete, sindicalista de Luz y Fuerza como ministro de trabajo, se hicieron demasiadas concesiones al sindicalismo con la idea de dividirlo y acercar al gobierno una fracción de la dirigencia gremial. Hubo entonces dificultades adicionales a las que se agregaban las gravísimas que provenían del frente externo que generaron el fracaso y la crisis terminal de 1989.
LIBERAL DE IZQUIERDA: un liberal de izquierda es un liberal; pero es un liberal que cree en la centralidad de la justicia social y en la ampliación de derechos. A veces pienso que el liberalismo de izquierda es el único liberalismo posible, desde mediados del siglo 20. Por eso tengo una discusión permanente conmigo mismo, pero no con el liberalismo clásico sino con el populismo. Esa discusión tiene dos facetas, por un lado lo más conocido y discutido, el desplazamiento hacia los márgenes que el populismo hace en la libertad individual. Por otro lado digo y lo digo como economista, la negación que el populismo hace de las restricciones presupuestarias en el proceso de construcción de derechos. El populismo es el primo irresponsable del liberalismo de izquierda e incluso de la vieja socialdemocracia. Vivo la cosa así más o menos de 1985.
Economistas de primera línea con los militares: no se entiende como una figura como Aldo Ferrer, que había acompañado a Óscar Alende como ministro de economía de la provincia de Buenos Aires, en los años de la Presidencia de Frondizi, un tiempo después aceptara ser ministro de economía de la etapa Levingston de la Revolución Argentina. Inclusive su número dos fue Juan Sourrouille y nadie puede decir hoy que Sourrouille no sea un hombre de la democracia. Y sin embargo en ese momento se sumó al Gobierno de Levingston. Hasta la dictadura del 76, pocos economistas de primera línea tenían problemas en formar parte de un gobierno militar. La democracia no entraba en el cuadro; la preocupación por la democracia y por lo tanto por cómo se cruzan democracia y desarrollo capitalista con equidad, empezó de manera balbuceante en los años del Proceso del 76.
LECCIONES. Tal como he entendido el oficio del historiador, significó la prohibición del “deber ser” como estrategia analítica. Muchos economistas terminan su trabajo con una sección que se llama “lecciones”. No estoy nada seguro de que esa lecciones existan. Me siento más cerca de la actitud con que Antonio Gramsci se aproximaba a la historia: recuerdo una frase suya que decía “la historia enseña pero no tiene alumnos”.
Chacho Alvarez: Chacho era un personaje muy atractivo pero también un irresponsable. Un hecho patético o divertido depende de cómo lo quieras ver lo pinta de cuerpo entero: hacia 1998, un día me dijo, necesito que me consigas un economista para el Frente Grande, una persona presentable, con esto quería decir atractivo para los mercados, porque se estaba aproximando al gobierno; el Teorema de Baglini en estado puro.
Chacho Alvarez 2: el FREPASO era el partido de las clases medias porteñas; recuerdo que varios economistas de FIEL estaban cautivados con Chacho y mientras tanto decían cosas que no tenían nada que ver con lo que Chacho significaba. En todo caso Sturzenegger tuvo su reunión y cuando terminó el encuentro, Chacho me llamó por teléfono para decirme: cómo me mandaste un liberal como ese? me lo pediste vos, le contesté, y como no se pusieron de acuerdo siguió buscando. Otro de sus candidatos fue Carlos Melconian a quien convocó cuando ya estaba con la vicepresidencia. Me gustaría verlo me pidió, se encontraron en el Senado. Cuando terminó la reunión me llamó por teléfono, “hijo de puta”! me dijo, de Valentín Alsina a Wall Street; y finalmente está la tercera figura que confirma este patrón: en marzo de 2001 tras la crisis que condujo a la renuncia de López Murphy, Chacho promovió el ingreso de Cavallo al gobierno.
El Potosí y la coparticipación: Roberto García Conde ha escrito y suele decir con frecuencia, que la pérdida del Potosí por la guerra o por el agotamiento de los yacimientos, significó un cambio profundo en lo que sería el federalismo argentino. En su dimensión económica, el Potosí hacía a las provincias del noroeste, una región relativamente próspera en relación con una región atlántica todavía sub-explotada. Después todo cambió, el propio mapa cambió. lo que sería la Argentina se “invirtió”: las provincias del Norte se empobrecieron y las del litoral se enriquecieron. Dice Roberto que cada vez que discutimos la coparticipación federal de impuestos, esta “inversión” está presente, y dice algo todavía más ambicioso: los subsidios del Potosí nos acostumbraron a financiar el gasto sin cobrar impuestos o cobrando pocos impuestos. De allí a un sesgo original inflacionario hay un solo paso.
Proteccionismo histórico: Roca y Pellegrini fueron más proteccionistas que lo que estaban antes o los que vinieron después que Rosas o Irigoyen. Veían el proteccionismo como un instrumento de desarrollo.
En esos años la Argentina adoptó un nivel de protección moderadamente alto, aquí el punto de partida no fue exactamente la presidencia de Roca sino el debate de la ley de aduanas de 1876 bajo la presidencia de Avellaneda. Lo que surgió entonces fue que la Argentina se plegaba a una revisión muy extendida en el mundo del credo librecambista.
En términos de negociación con las provincias, los favores se los llevaba Mendoza y su producción vitivinícola y Tucumán y su producción azucarera. Esas preferencias en el entramado regional, iban a durar muchas décadas hasta los años 60 del siglo 20. Lo que no emergió en ese tiempo, como sí en los Estados Unidos, fue un proteccionismo propiamente industrial.
Además de ferrocarriles y proteccionismo, Roca ofreció crédito barato; el Banco de la Nación lo fundó Sarmiento, pero cobró volumen más tarde en el medio de la batalla silenciosa entre el Banco Nacional y el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Y obra publica, mucha obra pública sabiamente distribuida en el territorio con el financiamiento de los derechos de aduana.
Crisis de 1874 y 1890, crisis “del progreso”: era muy difícil que la historia que parte de Mitre y termina en 1890, no llevara alguna crisis, como si en el tenis jugaras todo el tiempo a los flejes y la pelota nunca terminará afuera. Desgraciadamente, no podemos nombrar a las crisis de fines del siglo 20 y principios del 21 como crisis de progreso; pero aquellos aquellas sí lo eran. La Argentina había conseguido orbitar alrededor de un proyecto mundial que permitió grandes avances, pero que traía sus perturbaciones. Pacificar y hacer crecer ese país que había estado en guerra contra el mismo por 70 años no fue sencillo, y la crisis fue una expresión de estas dificultades; pero no hay duda de que entonces la Argentina dio un importante paso adelante.
En víspera de la Primera Guerra mundial , era un país muy distinto al de 1880. La difícil sabiduría del historiador consiste en enlazar la narración del progreso material con la crisis financiera que periódicamente los sobresaltaron. Parece contra intuitivo considerar la crisis como un ingrediente inevitable del progreso, pero así es como funcionaba el capitalismo y como sigue funcionando. Las crisis entre 1873 y fines del siglo fueron animales salvajes agazapados que atacaban de forma inesperada.
La élite dirigente, hablar de los hombres que lideraron ese proceso como una dirigencia conservadora no nos permite captar cosas importantes, y no solo porque Roca fue capaz de desafiar a la Iglesia Católica y romper relaciones con el Vaticano. No quiero ignorar la miseria de la época o de su dirigencia, porque esa miseria sí existieron, por ejemplo, la reacción contra los trabajadores cuyo emblema es la Ley de Residencia. Pero estas cosas hay que mirarlas con perspectiva; leyes de represión de la disidencia político social fueron habituales en muchos países, no eran un fenómeno local. Los historiadores caemos fácilmente en la trampa del provincialismo, comparar no supone solamente hacerse preguntas del tipo de “porque no fuimos Australia”, supone mirar si un fenómeno que creemos local no se explica también por lo que está ocurriendo afuera en el mundo.
Hoy sabemos que en la pampa había bastantes empresas ganaderas de pequeña y mediana escala, en esa época muchas de ellas en tierra arrendada y que no todas eran propiedad, pero eso no dio lugar a una demanda de distribución del suelo. Faltó el actor capaz de empujar ese programa. Sin esa base, liberales como Sarmiento, socialistas como Justo, no podían ir a ningún lado. Por otra parte la importancia del así llamado latifundio como traba el desarrollo, se ha exagerado. Aún así, no hay duda de que una estructura de propiedad menos concentrada hubiera sido preferible desde el punto de vista social, pese a que ya en la época tenía mala prensa la concentración del suelo, no le hizo mucho daño al crecimiento. Al igual que en nuestros días en la era de la soja, el arrendamiento le dió flexibilidad y dinamismo a la organización productiva. Las cosas recién empezaron a cambiar desde el Grito de Alcorta en 1912 y sobre todo, desde la Gran Depresión. Recién entonces maduró una crítica a la concentración del suelo y a la oligarquía ganadera, que se iba a mantener vigente por varias décadas; pero fue Perón, de los que más y mejores réditos obtuvo de esa hostilidad hacia la gran propiedad, muy extendida entre la población urbana.-
Yrigoyen gana en parte gracias a las consecuencias de la Gran Guerra: el derrumbe económico provocado por la Gran Guerra no explica de por sí porque el radicalismo ganó las elecciones presidenciales de 1916, pero sí nos ayuda a entender por qué al PAN le fue mal. Montados en la euforia del Centenario, Sáenz Peña y su grupo impulsaron una reforma de signo democratizador porque estaban convencidos de que no podían seguir demorando el ingreso a una etapa de sufragio más amplio y honesto, pero también porque pensaban que un régimen electoral más inclusivo y transparente reafirmaría las credenciales del PAN como gran partido de gobierno. Al fin y al cabo representaban a la única fuerza política que podía atribuirse la paternidad de los progresos del país en los 30 años previos.
Ni los católicos ni los cívicos, y menos aún los radicales o la izquierda, podían vanagloriarse de ello. Eso ayuda a entender la confianza conque en 1911 y 1912 promovieron la reforma electoral; lo que no pudieron prever es que, muy poco después de sancionar a la ley de sufragio secreto y obligatorio, el derrumbe económico de 1913-1917, pulverizaría los salarios y el empleo y que muchos de los votantes que en 1916 concurrieron por primera vez a las urnas lo harían en un clima signado por el malestar y la penuria.
Sabemos que Yrigoyen no sentía aprecio alguno por el debate parlamentario, sin embargo a la vez que sobreactuaba la lucha contra el régimen con el fin de ganar poder y desairaba a sus adversarios en el Congreso, también consiguió formar una mayoría, que 1918 le permitió sancionar una ley de retenciones móviles. Fue el autor del primer movimiento fiscal distributivo de la historia de nuestro país.
Si uno se coloca en 1927 y observa lo que estaba pasando, lo que ves es expansión que se daba en una economía más diversificada productivamente, más plural que antes de la guerra y que además contaba con un sector industrial que crecía más rápido que el sector agropecuario y lo hacía de manera espontánea, empujado por inversiones extranjeras ahora predominantemente de origen norteamericano.
El progreso material de esos años fue asombroso, y puesto en el lenguaje de los economistas, nos habla de un proceso de convergencia veloz. Ningún otro país latinoamericano había ido tan lejos en cuanto a desarrollo manufacturero, y su sector exportador no le iba en zaga. Entre 1926 y 1928 el país tuvo exportaciones per cápita equivalentes a las de Australia, mientras que hoy Australia está cerca de los 7500 dólares per cápita y nosotros apenas exportamos los 1000 dólares; es decir que si nos situamos en la mitad de la década del 20 y miramos hacia atrás, lo que había ocurrido era notable y la diversificación no fue una cuestión menor, incluso en el plan industrial. En síntesis, quienes hablan de la demora niegan tanto el incremento de la productividad agraria como los avances en la diversificación de la economía siempre dejando de lado la cuestión distributiva.
La Argentina es esos años tenía una élite económica opulenta que en la década de 1920 se hacía notar en París ; (en parte como ahora sabemos gracias a los trabajos de Thomas Piketty porque la Gran Guerra empobreció bastante a los ricos europeo), pero el país además de asegurar una vida de lujo a los de arriba, había hecho posible el progreso para amplios sectores de las clases medias y trabajadoras. Argentina poseía más automóviles per cápita que Gran Bretaña, el país más rico del viejo continente. Por su nivel de salario seguía atrayendo inmigrantes europeos.
En síntesis los cambios radicales mostraron que la expansión exportadora era compatible con políticas dirigidas a incrementar el bienestar popular.
Perón y el aumento del bienestar: en los años de Perón, a partir de 1945, Argentina alcanzó un nuevo umbral de bienestar popular, luego de un decenio y medio de estancamiento, retomó su marcha hacia adelante. En esos años, la mejora del bienestar fue más veloz y extendida que en cualquier momento del pasado y benefició a muy amplios sectores de las clases populares y medias. Fue un proceso de incorporación social que no había terminado de consolidarse ni con el reformismo liberal asociado a figuras como Joaquín V. González, ni con los gobiernos radicales y por supuesto tampoco en los años 30.
Guido Di Tella solía decir que con Perón la Argentina hizo en 5 años lo que otros hicieron en 100 en materia de inclusión de los sectores populares. Aún si este dato es un poco exagerado, podría argumentarse, muchos lo hacen, que un proceso de cambio tan acelerado quizá haya provocado una “indigestión macroeconómica”. La década peronista de 1945-1955 fue un salto igualitario notable en un contexto autoritario y sus consecuencias todavía hoy no se han borrado del todo.
La idea de Justicia social, ya tenía un lugar en la discusión pública mucho antes de 1945, pero en los años peronistas, la retórica de la justicia social ganó el centro del escenario político, se volvió omnipresente. El poder de la idea de Justicia social articulada además como una demanda que interpelaba directamente al Estado y a la élite dirigente, es fundamental para entender el nuevo umbral alcanzado por los reclamos de inclusión que recorrieron la Argentina desde los años peronistas. Ante esa presión se abrieron los diques que en la década y media anterior habían reprimido y contenido muchas demandas populares.
Hagamos un balance de los logros de esa década: sus méritos son indudables en el plano de la justicia social, entendida ante todo como bienestar popular, incremento de los salarios, protección contra la arbitrariedad patronal, expansión de la cobertura sanitaria y previsional, mayores posibilidades de acceso a la vivienda y al crédito y el congelamiento del alquiler, etcétera. Y a todo esto hay que sumarle importantes gratificaciones simbólicas como mayor reconocimiento.
No hay tantos ejemplos de países que en esos pocos años hayan logrado tanto en términos de incorporación social. El progreso resultó menor en el plano de la política educativa, donde ya se habían concentrado grandes esfuerzos estatales desde la era liberal. Perón no hizo mucho para construir un estado de bienestar centrado en políticas universalistas, en parte por la resistencia de las organizaciones sindicales más poderosos, pero quien cobraba un salario sintió que su situación era mejor que en cualquier otro momento del pasado sobre todo si estaba integrado el circuito económico formal y gozaba de protección sindical. En lo que se refiere al bienestar material, el peronismo significó cosas distintas para los habitantes de Salta o Catamarca que para los que estaban integrados en los circuitos modernos y formalizados de la actividad económica.
Por otro lado quedaron varias asignaturas pendientes. Luego del auge de 1946-1948, la economía se contrajo por casi 3 años y desde entonces el crecimiento fue bastante más modesto que el de Brasil o México. No hay duda de que constreñida por el marco en el que nació, la política económica peronista estaba destinada a ser mejor para distribuir que para generar riqueza de manera sustentable en el largo plazo.
Por eso te pregunto, si evitando caer en el error de pensar que Perón carecía de restricciones a la hora de proponer un camino, te parece que en esos años se perdió alguna oportunidad de hacer las cosas mejor. En el recuerdo de Gómez Morales, el propio Perón había llegado a la conclusión de que Miranda era algo “chapucero”; me pregunto, por ejemplo, si no hubiese sido conveniente pagarles mejores precios a los agricultores con la que quizás la caída de la producción de granos de fines de la década de 1940, se hubiera morigerado lo que a su vez hubiera atenuado las dificultades de 1948-1952, cómo lo ves?
Siempre es posible pensar que las cosas pudieron ser distintas, pero cuando estudiamos la historia hay que incorporar los componentes inerciales; la dependencia del sendero inicial, si decimos restricción externa o restricción fiscal, deberíamos aceptar que los gobiernos también tienen restricciones políticas lo cual es obvio pero además una restricción adicional impuesta por el hecho de qué es difícil desandar el camino e incluso cambiar moderadamente de dirección.
Déjame darte un ejemplo que yo viví en mi paso por la Función Pública: la tentación del funcionario que recién llega es modificar a piacere el presupuesto público, pero cuando lo intenta, rápidamente choca con el peso de la historia, con el hecho de que no menos del 80% del presupuesto viene predeterminado por decisiones de gobiernos o funcionarios anteriores, muy difícil de cambiar.
Vamos entonces a Perón, el camino que emprendió entre 1944-1946 salarios reales altos y pleno empleo, necesitaba del proteccionismo redoblado, de los impuestos a las exportaciones agropecuarias, del control de cambios y de tarifas de servicios públicos bajas, y junto con eso de una arquitectura institucional y regulatoria por ejemplo, el IAPI sobre la que apoyar ese patrón distributivo, pero no armó todo eso bastante rápido y cuando se enfrentó a la escasez de dólares, se encontró con que la enorme potencia de su revolución justiciera le trababa cualquier cambio hacia la moderación. No digo que se lo impedía por completo, pero se lo trababa, su criatura económica se naturalizó en el Partido Justicialista y la burocracia pública que eran aproximadamente lo mismo.
Eso no lo paralizó, pero tuvo que invertir un gran capital político para conseguir bastante poco. Dije recién que llevó adelante un ajuste fiscal desde 1949, que devalúo la moneda en 1950 y que los salarios cayeron, agrego que después del trienio 1946-1948 el IAPI le mejoró los precios a los productores agropecuarios y corona su esfuerzo con la apertura al capital extranjero y con el plan de estabilización: la economía se reactivó pero no fue suficiente para reencontrarse con algo que pudiera llamarse un patrón de desarrollo.
Devaluación inconvenientes o no: otro elemento que en esos años cobró gran relevancia fue la relación entre devaluación y conflicto distributivo, una novedad destinada a tener enorme importancia hasta nuestros días.
Luego de la gran devaluación de 1959, la Argentina empezó a descubrir que tener un tipo de cambio más alto implica tener salarios reales más bajos, pero que al mismo tiempo si queremos tener crecimiento y ofrecerles más y mejores empleos a esos mismos asalariados que se enojan con cada devaluación de la moneda y con cada caída de los salarios reales, es necesario tener un tipo de cambio real más alto que el que le gustaría a la sociedad. Se trata de un conflicto que no era ni es particular en la Argentina pero es muy intenso en nuestro país.
Este conflicto todavía tiene condimentos específicos, por cuanto la población consume lo mismo que exporta, por lo que un tipo de cambio real competitivo encarece la canasta alimentaria y tiene un efecto socialmente regresivo al menos en el corto plazo, y en un país con fuertes organizaciones de trabajadores, ello siempre vienen acompañados de disputa y conflicto.
Este es un tema central, la devaluación es conflictiva, pero la apertura comercial externa también y ese sí es un rasgo específico en nuestro país. La apertura encarece los bienes exportables, pero si nos colocamos imaginariamente en Chile, el encarecimiento del cobre no perjudica a los trabajadores. En la Argentina la apertura encarece los alimentos y eso sí es sensible; además los trabajadores perjudicados por el ajuste del tipo de cambio real y por la apertura comercial tienen más voz y más votos que en Brasil o en la India o en Egipto, para traer a colación otras experiencias desarrollistas y tienen más voz y más votos que en Chile una experiencia menos desarrollista.
Endeudamiento: si el ingreso de capitales no genera capacidad de repago en dólares, en otras palabras, si no genera exportaciones suficientes, ni está combinado con una tasa de ahorro en inversión creciente, la confianza desaparecerá y se detendrán los flujos que hasta ese momento se veían como benéficos.
Es lo qué Guillermo Calvo, economista argentino radicado en Estados Unidos, ha llamado «sudden stop.» De todas maneras cuidémosno de ver esta novedad como algo mecánico; no necesariamente un país tiene que endeudarse por el solo hecho de que haya oferta de financiamiento. Un amigo, Daniel Heimann, suele decir que el hecho de que exista una empresa de agua corriente a la que estamos conectados, no nos obliga a abrir la canilla. Yo diría que desde 1978 en adelante, hemos abierto la canilla cada vez que estuvimos conectados hasta que nos cortaron el agua. A los cortes de agua los llamamos crisis de deuda.
Crisis del petróleo de 1973 y consecuencias para la Argentina: en 1973, por primera vez la OPEP hizo uso de su poder de mercado y puso los precios de la energía en un nuevo umbral. De ahí en adelante el capitalismo occidental ya no pudo funcionar sobre la base de energía barata. El petróleo fue uno de los cimientos del crecimiento de los 60 en el mundo y en la Argentina también. Como los países de la OPEP eran economías de enclave, no hicieron desarrollismo o no tanto como hubieran deseado, sino que depositaron gran parte de sus excedentes en bancos de Londres, Alemania y Estados Unidos contribuyendo a la liquidez del sistema financiero internacional. A esto hay que sumarle que en nuestro país el impulso desarrollista, en su valoración mercado internista, ya había dado lo mejor de sí. A comienzos de los 70, la industria manufacturera, esa que vimos crecer con dificultades desde la década del 30, alcanzó el techo. No es casual que los años de 1974 y 1975 hayan sido los de menor coeficiente de apertura en nuestra historia. Costo más elevado para una estructura productiva a la que le resultaba difícil procesarlo, menor dinamismo, menor crecimiento y más conflicto distributivo.
Endeudamiento y sus graves consecuencias: desde 1975 el régimen inflacionario argentino se explica porque el ajuste siempre se hizo de modo inflacionario,, pero con la novedad de que desde la globalización financiera, ha habido para gobiernos democráticos pero también para la dictadura una alternativa que permitió sostener un tipo de cambio bajo y salarios reales altos al menos por algún tiempo: como fue el recurso del endeudamiento externo naturalmente en un contexto que despertase la confianza de los prestamista.
Lo hemos visto con Videla, con Menem y durante los dos primeros años de Macri; si no ocurrió en otro momento fue porque la canilla se cerró y nos vimos obligados a pagar la deuda que se había contraído. Por un tiempo el ingreso de dólares apaciguaba el conflicto distributivo y reducía la inflación, pero llegado a cierto punto, la deuda se vuelve insostenible y la confianza desaparece. Dadas las características del mundo aspiracional de los sectores populares y de clase media, una y otra vez los gobernantes no pudieron resistir la tentación del endeudamiento en los mercados de capitales para sostener cierto nivel de vida, y esa es la gran dificultad de cualquier política de desarrollo que piense en términos de competitividad. En nuestro país, el término tipo de cambio real alto y estable es o ha sido hasta ahora una contradicción en los términos: subrayemos este punto, quienes definen el tipo de cambio alto como las llaves del desarrollo deberían explicar cómo se hace para mantenerlo estable.
En las últimas décadas, el tipo de cambio real se mantuvo elevado por lapsos muy breves: pasó en 1989, volvió a pasar en 2001 y ahora se repite en el comienzo de la Presidencia de Fernández; más tarde o más temprano se retoma a un tipo de cambio bajo que asegura salarios altos medidos en dólares.
Así el tipo de cambio predominante fue bajo, dirigido a satisfacer la demanda de consumo, y a establecer un contacto empático con ese amplio arco de clases populares y clases medias tan central en nuestra vida pública. Por lo tanto, cuando los gobiernos buscaban atraer movimientos de capitales no es porque estuviesen perfilando un plan de desarrollo, sino que recurrían al ingreso de capitales de corto plazo porque esos dólares funcionaban por un tiempo como una tabla de salvación para los programas de estabilización antiinflacionaria, o como instrumento para asegurar un nivel de salarios reales elevado.
Desde 1974 esa es nuestra historia: el agotamiento de las sustitución de importaciones no hizo lugar a un patrón de desarrollo alternativo en el que las exportaciones pudiesen sostener el consumo y las inversiones. No estoy hablando de tigres asiáticos, cuyo crecimiento esté liderado por las exportaciones sino de exportaciones como lubricante en el mercado interno. De hecho no tenemos un patrón de desarrollo, sino movimientos espasmódicos muy guiados por los movimientos de capitales. Y no tenemos un patrón de desarrollo, porque consolidar su arquitectura es socialmente costoso en los momentos iniciales. Se comprende, si la deuda es un buen anestésico, por qué no la vamos a usar?. El problema es que las crisis de deuda empeoraron estructuralmente las condiciones de vida de aquellos a los que queríamos beneficiar, al tiempo que incorporan un actor nuevo a la puja distributiva, el acreedor externo. Ese actor no existía antes, fue una novedad de los años 80 y para volver a encontrarlo en nuestra historia tenemos que remontarnos a la crisis de 1890.
incompetencia de MARTINEZ DE HOZ: Luis García Martínez fue jefe de gabinete de asesores de Martínez de Hoz y tenía un diagnóstico muy al estilo conflicto distributivo a la inflación y estaba en minoría en el gabinete. Martinez de Hoz fracasó porque enfrentaba problemas nuevos que no alcanzo a comprender. Luis habla muy mal de Martínez de Hoz y de buena parte del equipo que lo rodeaba.
Inflación, Sourrouille y Ubaldini: una vez contó Sourrouille una anécdota interesante: dice que estaba hablando con Ubaldini, el principal dirigente sindical de ese tiempo, explicándole las dificultades enormes en el frente externo, la caída de los términos de intercambio, etc, y entonces le dijo: no se da cuenta Saúl de que si en este contexto aumentamos los salarios nominales van a caer los salarios reales porque aumenta la inflación? Ubaldini le contestó, y usted no se da cuenta ministro, de que yo frente a mi gente obtengo una victoria si subo los salarios nominales y si sube la inflación es una derrota suya? Esta anécdota pone al descubierto el nudo de una historia sobre la fuente del poder sindical, que sin duda tuvo mucho que ver con las dificultades que enfrentó el primer Gobierno de la democracia.
Luis también había estado con Krieger Vasena y enfatiza el contraste entre los dos ministros: según cuenta que Krieger llegaba a las 9:00 h de la mañana y se iba a las 17:00 h de la tarde. ese tiempo le bastaba para hacer su trabajo, era un hombre seguro, su escritorio estaba vacío de papeles, los expedientes y las carpetas los tenían sus colaboradores. En cambio, Martínez de Hoz, acumulaba papeles por todas partes, tenía tantos que se le caían del escritorio y no sabía bien dónde estaba un trámite y dónde el otro. Tampoco tenía claro a cuál de sus asesores hacerle caso. Fue un hombre irresoluto y confundido, esto me hace creer que lo del Proceso fue una cadena de incompetencia.
El elemento más negativo, uno de los más dañinos que legó la dictadura desde el punto de vista económico, fue la deuda. Dejó un escenario de insolvencia estructural, un pasivo impagable. La democracia tuvo que subirse al tren en una estación horrible, en un momento muy difícil; la imagen que me sirve para dar una idea de la dimensión del problema es que los servicios de la deuda eran mayores que las reparaciones de guerra que les fijó el tratado de Versalles a Alemania tras la Primera Guerra Mundial. Era una deuda impagable y que afectó a toda América Latina pero que el mundo no reconocía como tal, los acreedores lo describían como un problema de liquidez cuando en realidad era de insolvencia.
Ministros de economía ambiciosos: los grandes ministros de economía suelen ser personas políticamente ambiciosas; tal vez no lo saben al principio, pero una vez que prueban el éxito nace la tentación: ¿ por qué no trasladar mis éxitos a la política?.
La historia de la relación entre Menem y Cavallo tiene antecedentes y hay un paralelismo con la experiencia de Frondizi y Alzogaray. Sabiendo que el fin se acercaba, Cavallo hizo un crescendo crítico frente a la corrupción, levantó la voz contra la deficiencia de las privatizaciones. Años más tarde, en una situación similar Roberto Lavagna hizo otro tanto. Pero como Menem tenía un problema de reputación, cuando echó al padre del modelo económico, tuvo que reemplazarlo con un ministro ortodoxo: es lo mismo que debió hacer Frondizi cuando despidió a Alzogaray. No hay nada que en términos de funcionalidad política se parezca más a Roberto Alemán que Roque Fernández. Es una parábola que Kirchner pudo ahorrarse porque no estaba mirando a los mercados y a la inversión extranjera; por eso siempre se pudo arreglar con ministros de economía de segundo orden después de Lavagna. Menem no tuvo esa suerte.
Kirchner y la caída de la convertibilidad: el estallido de la convertibilidad nos impuso costos irreversibles en términos de informalidad y de pobreza; también de desempleo. Por otro lado ocurrió algo analíticamente muy interesante aunque socialmente terrible: el miedo, la desesperanza y naturalmente el desempleo paralizaron las presiones distributivas; había manifestaciones diarias en la calle, pero no había una demanda sindical multitudinaria al estilo de 1975, ni tampoco se escuchaba la voz de los jubilados.
Quizá contribuyó a eso la mejor herencia que dejó la convertibilidad: la desindexación y el bajo traspaso a precios de una devaluación que en principio cuadriplicó el tipo de cambio, mientras que los precios solo se incrementaron un 40%. El resultado fue por un tiempo una distribución del ingreso muy regresiva, que paradójicamente ayudó a Néstor Kirchner. El nuevo presidente mantuvo un tipo de cambio muy alto y un superávit fiscal también muy alto. Dicho de otro modo, le sobraban recursos.
Muchos economistas le recomendaron entonces que dejara caer el dólar, pero él prefirio mantener muy alto el tipo de cambio nominal, mientras aumentaba los salarios mínimos y promovía la apertura de las convenciones colectivas de trabajo. Fue la respuesta de un político astuto.
Evocando a Ubaldini , una vez más podríamos decir que la caída del tipo de cambio nominal iba a ser vista como una respuesta anónima y espontánea del mercado, pero el aumento de los salarios era una victoria de Kirchner. Que eso tarde o temprano le iba a costar en términos inflacionarios, por supuesto eso fue lo que ocurrió pero al principio no importaba o no le importaba a Néstor Kirchner.-
Roca y Perón: Argentina fue un aluvión expansivo entre 1880 y 1914 fundado en la acumulación de tierras. La paz roquista y las nuevas tecnologías lo hicieron posible. Las exportaciones alcanzaron algo así como los 360.000 millones de dólares de hoy y permitieron importar los bienes de capital que se necesitaban para seguir creciendo, financiar la inversión en infraestructura, e incorporar simultáneamente a gauchos ariscos y a inmigrantes pobres, pero con aspiracione.
Retengamos esto: gauchos ariscos e inmigrantes pobres, pero con aspiraciones. Dos diferencias fundamentales con otros países de colonización tardía como Estados Unidos, Canadá o Australia que no tuvieron población criolla significativa y recibieron inmigrantes más ricos. Nunca fuimos Canadá ni Australia; la demanda social en Argentina era voraz. Pero ese nivel de exportaciones se podía satisfacer, el problema fue que después de los 30 ese mundo se acabó porque se agotó la tierra libre y porque quebró el comercio internacional. No es que el progreso se frenó totalmente, pero la velocidad fue mucho menor.
Perón jugó en 1945 su carta a lo Roca, su carta audaz para reeditar una segunda edad de oro, incorporadora, pero como ya no podía ser financiada por las exportaciones, ahora estancadas o declinantes, la apuesta fue el superproteccionismo que hacía posible el tipo de cambio bajo y los salarios altos, pero chocando una y otra vez con la restricción externa.
Me detengo en esta selección arbitraria, dos hombres, dos modelos, dos apuestas que tiñeron las intersticios de la historia, incluso en buena medida al yrigoyenismo del lado de Roca y al posperonismo del lado de Perón. Quiero quedarme en esos trazos gruesos para llegar al final. Hace tiempo que el proteccionismo se agotó como patrón de crecimiento, y las exportaciones apenas alcanzan ahora los 60000 millones de dólares, con inversiones bajas y tasas de ahorro más bajas aún.
En esas condiciones el proyecto de una tercera edad de oro, ese proyecto que cada tanto asoma obstinadamente su cabeza como si no se la hubiéramos cortado ya, excede mi capacidad de imaginar. Si es así, si mi incapacidad de imaginar es porque lo que imagino efectivamente no está a nuestro alcance, habrá que esforzarse y progresar a paso lento. Se dice fácil. ¿Puede ofrecer el peronismo a sus bases sociales un progreso a paso lento, una justicia social incremental partiendo para colmo de un punto bajo? ¿está en la lente de los líderes peronistas pedirlo?. Cuando este libro esté en la calle tendremos alguna pista. Como tantas otras veces en la historia Argentina sobre la que hemos conversado la moneda está en el aire.