LIBRO: HANNS Y RUDOLF de Thomas Harding, leído en 2017
Como se hace una Torá: La Torá de los Alexander fue encargada en el año 1790 por el padre del tatarabuelo de Hanns Moisés Alexander, cuando vivía en un pueblo de los alrededores de Núremberg. Todos y cada uno de los aspectos de su fabricación estaban específicamente prescriptos por la tradición judía: cada día antes de coger la pluma, el escriba tenía que lavarse las manos, abrocharse las correas de su filacteria y pasar unos minutos meditando en silencio. Al copiar todos y cada uno de los 304.805 caracteres hebreos de otra Torá en rollo escrita a mano (sefer torá), debía pronunciar todos y cada una de las letras. Cuando cometía un error tenía que raspar la tinta seca con una cuchilla; sin embargo si se equivocaba al escribir la palabra “Dios”, tenía la obligación de recortar todo el trozo de pergamino y volver a empezar. Normalmente escribir una sefer Torá requería entre 6 y 12 meses, pero teniendo en cuenta la intrincada caligrafía que había utilizado aquel escriba en particular, los elaborados adornos, la perfección de las líneas, la pulcritud de las costuras del pergamino, la confección de la Torah de los Alexander debió de llevar más tiempo. La producción de una Tora era una tarea sagrada que traía consigo una bendición sobre el hombre que se encargaba y sobre toda su familia a lo largo de los siglos. También significaba, y eso era algo insólito para el judío de Berlín, que la propietaria de la Torá era la familia Alexander y no la sinagoga
Burdel y orquesta: Rudolf Hoss en Auschwitz desarrolló numerosas estrategias, impuso una estricta disciplina en todo el campo exigiendo un respeto absoluto por la autoridad y no había la mínima tolerancia con la desobediencia. Rudolf ordenó que todos los prisioneros trabajasen muchas y arduas horas quedando agotados de tal forma que amortiguaba cualquier posibilidad de rebelión. Incluso estableció un burdel atendido por prisioneas del campo de mujeres que estaba disponible para cualquier interno no judío que se mereciera una recompensa.
Probablemente lo más curioso de todas las estrategias de pacificación que dio Rudolf, fuera la “lager orquestra”, la orquesta del campo. Cuando él mismo estuvo encarcelado durante la década de los 20, Rudolf había aprendido el valor de la música clásica para tranquilizar la mente hasta del criminal más empedernido. Aplicó aquella lección en Auschwitz y creó una orquesta formada por músicos tanto profesionales como aficionados. A los miembros de la orquesta se les entregaron los instrumentos robados a otros prisioneros y fueron reubicados en un módulo de música destinado al efecto, donde vivían juntos judíos y no judíos. La orquesta constaba de dos partes: una Orquesta Sinfónica formada por 80 músicos y una orquesta de instrumentos de viento con más de 120 miembros. La competencia por un puesto en aquella orquesta era feroz ya que a sus miembros se les concedían privilegios especiales como mejoras en las raciones de comida y un dormitorio mejor; pero lo más importante era que habitualmente significaba estar a salvo de la cámara de gas.
Analisis psicológico a Hoss: Gilbert Gustavo, neoyorquino hijo de inmigrantes judíos austríacos, psiquiatra le hizo un test psicológico a Hoss mientras este estaba preso esperando el juicio de Núremberg, esperando a declarar como testigo. LLegó a la conclusión Gilbert, de que al igual que los demás nazis que había entrevistado, Rudolf tenía una puntuación de inteligencia superior a la media. A continuación Gilbert le pidió un breve resumen de su trayectoria profesional: Rudolf admitió con un tono de voz impasible que había sido responsable de la muerte de dos millones y medio de judíos; seguidamente el estadounidense le preguntó cómo era posible matar a tanta gente: “técnicamente – respondió Rudolf – no resulta tan difícil, no habría sido demasiado complicado exterminar un número aún mayor”; entonces Gilbert lo presionó para sacar alguna respuesta emocional, pero Rudolf prosiguió en un tono similar y dijo que en aquel momento no había que tener en cuenta ningún tipo de consecuencias; no se me ocurrió la posibilidad de que me exigirán responsabilidades.
Mire, en Alemania se da por sentado que si algo salía mal el responsable es el hombre que daba las órdenes. Gilbert entonces empezó a preguntar y qué me dice del lado humano, pero Rudolf le interrumpió, simplemente eso no formaba parte del problema. Después de unas cuantas preguntas más Rudolf dijo: “supongo que de esta manera usted quiere averiguar si mis pensamientos y mis costumbres son normales”; bueno usted qué cree? le pregunto Gilbert: soy una persona totalmente normal, dijo Rudolph, incluso cuando realizaba tareas de exterminio llevaba una vida familiar normal.
Cuando le pregunto por su vida social Hoss respondió que era un solitario por naturaleza, poco capaz de interactuar a un nivel profundo con sus amigos y sus compañeros de trabajo y que se sentía más a gusto cuando estaba solo. Confesó que había dejado de tener relaciones sexuales con su esposa cuando ella averiguo lo de las cámaras de gas del campo y aunque confirmó que había tenido aventuras durante su matrimonio afirmó que no era un hombre muy sexual.
Cuando Gilbert le preguntó por sus sentimientos hacia sus víctimas judía, Rudolf replicó que simplemente se daba por supuesto que los judíos tenían la culpa de las dificultades económicas y sociales de Alemania y que eso venía de los periódicos así como de los militares que afirmaban que tenían que proteger a Alemania de los judíos. Puede usted estar seguro de que no siempre resulta agradable ver aquellas montañas de cadáveres y olor ininterrumpidamente, el hedor de la incineración, prosiguió, pero lo había ordenado Himmler e incluso había explicado que era necesario y realmente yo nunca me paré mucho a pensar si estaba mal.
Rudolf añadió: el problema en sí del exterminio de los judíos no era nuevo, solo que al principio me asustaba el hecho de que me correspondiera a mí llevarlo a cabo, pero después de recibir una orden clara y directa e incluso acompañada de una explicación no queda más opción que cumplirla.
Sólo un error: En el juicio que se le hizo a Rudolph en Varsovia admitió que había supervisado la construcción de las cámaras de gas, el proceso de selección y los crematorios; pero lo que era crucial, argumentaba que había sido un error no porque aquellos asesinatos en masa fueran inmorales o monstruosos sino porque fue precisamente esa política de exterminio la que concitó sobre Alemania el odio del mundo entero