ECHEVERRIA, de MARTIN CAPARROS, leído en 2022
Siempre, un enemigo: todavía faltan unos meses para que don Juan Manuel empiece a buscar la renovación de su mandato y se tope con la oposición de los legisladores. Entonces sí, usará el aparente caos, el peligro: los enemigos que acechan en las fronteras de la provincia, que solo puede contener un hombre fuerte -él- a la altura de esas amenazas. Si hay algo que el Restaurador siempre ha sabido es que uno no es nadie sin un buen enemigo que esgrimir en las peleas con los amigos.
El intelectual: el intelectual empieza con Voltaire, con un nombre falso, con un self made name, porque los primeros intelectuales eran self made man, capitanes de la industria que se construían a sí mismos como rubros, para empezar a explotar las nuevas técnicas de difundir las palabras a otra escala. El intelectual moderno empieza cuando hay hombres que aprovechan su renombre, los ecos de su producción estética para intervenir en lo social, en lo político.
Y ese modelo – todo modelo- , tiene ciertas premisas, ciertas reglas y maneras de ejercerlo.
Voltaire decía que el intelectual es aquel que se cree que habla para cambiar el mundo, y que por eso quizás habla distinto.
El maestro Voltaire, no contaba entre sus innumerables defectos la vanidad de mostrarse modesto.
Echeverría, primer intelectual argentino, siempre tenía pendiente algún combate: fundar una literatura, por ejemplo, o un país o por lo menos el hueco de su ausencia.
La felicidad del gaucho: escribe Echeverría que el hombre no nació para conocer la verdad, porque ella repugna a su naturaleza. Se pregunta si no es infinitamente más feliz el gaucho errante y vagabundo, que no piensa más que en satisfacer sus necesidades físicas del momento, que no se cura de lo pasado ni de lo futuro, que el hombre estudioso que pasa lucubrando las horas destinadas al reposo. Piensa -y escribe- que el gaucho vive por vivir, muere por morir, ignora todo o más bien sabe todo, puesto que sabe ser feliz y pasa su vida sano, robusto y satisfecho, mientras que el otro, el otro – escribe para decir el que se le parece, el que él sería- obcecado de dudas, de pesares y de dolencias, arrastra una vida fatigosa y sin prestigios, buscando el fantasma de la verdad y alejándose del camino de la felicidad hasta que lo sorprende, en sus sueños la muerte y devora todas sus esperanzas.
Juan Maria Gutierrez: Echeverría y Gutiérrez compartieron algún vino, algún café con leche, en el café, charlando sobre Byron, París, la libertad, la campaña de Rosas, Shakespeare, Larra, las desesperaciones de la patria. Echeverría se sorprendió con sus conocimientos y sobre todo con su modestia: Gutiérrez no hablaba para mostrar cuánto sabía, sino con un arte difícil para convencer a su interlocutor de que sabía escucharlo. A veces Echeverría desconfiaba de sus atenciones casi exageradas, o quería algo que no sabía precisar, que él Echeverría no sabía precisar, o era un espíritu demasiado débil.
La Mazorca: con Rosas en el desierto en su campaña, en la Aldea, mientras tanto, su esposa doña Encarnación recluta hombres de acción y señoritos estancieros para poner en marcha un grupo político: la Sociedad Popular Restauradora, y su fuerza de choque, La Mazorca para que ayuden a preparar la vuelta de su esposo.
En la Sociedad están los apellidos rimbombantes, -Unzúe, Anchorena, Iraola, Victorica, Saenz Valiente-; en la Mazorca hay criollos, pardos, policías. A veces sus miembros actúan con objetivos precisos, como cuando salen a balear a los generales Olazánal y Ugarteche, rosistas pero no lo suficiente, o echar de la ciudad a tiros al ex presidente Rivadavia que intentaba volver tras varios años de destierro. Otras muchas, recorren las calles para mostrar quién la controla. Nadie termina de saber por qué se llama la mazorca, algunos dicen que es más horca lo que le prometen a los salvajes unitarios, otros que es una referencia bucólica a sus raíces campestres. Otros, los que dicen que saben, que refiere a los choclos, que cuando pueden, le meten por el culo a los enemigos.
Alberdi, Gutierrez, y las leguas de tierra: que las calles de la Aldea fueran el coto de caza de los mazorqueros , y aquella vez Alberdi le había dicho que bueno, que eran medidas desafortunadas, excesos en el celo, pero que en las actuales circunstancias era absolutamente necesario poner orden, que solo a partir del orden podríamos empezar a recuperar las ilusiones que habían hecho grande este país. Y Gutiérrez decía que además, también era cierto que con sus campañas había incorporado miles de leguas a la producción, y que aunque la mayoría de esos territorios habían sido para sus amigos y parientes, esa expansión beneficiaba a todos y todos lo celebramos. Y Echeverría, tratando de mantener la calma y el espíritu del debate constructivo, le decía que sí, que todo eso es la verdad y por supuesto no sería él quien negaría que la incorporación de tierras nuevas de una mejora considerable, si el mismo se había beneficiado, si la tierra que comparte con su hermano ahora vale mucho más que antes, y que todas esas violencias podían ser en algún momento necesarias y siendo tan perfectamente intolerables se podían tolerar en alas de la construcción de la nación.
Rosas y las clases bajas: Decía Rosas: “me pareció que todos cometieron un grave error, se conducían muy bien para la gente ilustrada, pero despreciaban a los hombres de las clases bajas, los de la campaña que son la gente de acción. Usted sabe la disposición que hay siempre en el que no tiene, contra los ricos y superiores; me pareció pues muy importante conseguir una influencia grande sobre esa clase, para contenerla o para dirigirla, y me propuse adquirir esa influencia a toda costa. Para ello fue preciso trabajar con mucha constancia, con mucho sacrificio, hacerme gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuando ellos hacían, protegerlos, hacerme su apoderado cuidando sus intereses. En fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir su concepto.”
Pensarlo más: si lo hubiera pensado un poco más no lo habría hecho. Y esas son las cosas que de verdad importan: las que no harías si lo pensaras más.
Influencia de la Iglesia: decía Echevarría que sería grande el progreso en nuestra sociedad, si consiguiésemos difundir el principio de la libertad de conciencia y de cultos, y el de la separación e independencia de la sociedad religiosa y la sociedad civil; si nuestras leyes declarasen una protección igual a todas las religiones y cultos, o no patrocinasen a ninguna exclusivamente; si trazando los deberes del sacerdocio y señalándole su misión, viésemos un día reinar en toda su pureza el cristianismo, destruida la superstición y aniquilado el catolicismo. Pero nosotros no lo veremos, una lucha de tres siglos no ha bastado en Europa para aniquilar la influencia de ese poder colosal que se sienta en el Vaticano. Gran parte de Europa es todavía católica; la conciencia humana allí es esclava y no cree lo que quiere, sino lo que le hacen creer los hipócritas y falsos profetas del Anticristo.
Analogías: en esta historia, la tentación abunda, abundan analogías entre estos y esos tiempos. ¿Qué hacer con ellas, cómo jugarlas para que no sean burdas?. La muerte de Encarnación Ezcurra no sería lo mismo sin la muerte de Eva Duarte más de un siglo más tarde por supuesto, pero también la sumisión de los indios a cambio de subsidios, el culto a la personalidad, el intento de compra del poeta, los pagos a periodistas y sus medios, los grandes fastos cívicos a cargo del Gobierno, lo popular como verdadero frente a lo culto como falso, el aparato de control del Estado utilizado como organización política, las purgas en el séquito del jefe, los enriquecimientos, el uso caudaloso del fervor patriótico, y sobre todo, la sensación, que ya entonces escribía Echeverría, de que la Argentina podría haber sido un gran país, pero había perdido su oportunidad.
No me interesa usar el pasado para pensar el pasado como un presente, sino el presente como un pasado ponerlo en perspectiva histórica, desarmar un poco la mayor trampa que tienen todas las culturas: que esa cultura va a durar para siempre. En todos los tiempos creyeron que serían así, para siempre, que nunca se volverían pasado; todos los tiempos se volvieron pasado.
El final: ¿Qué hacer cuando se sabe que la muerte llega?
Alguien se cree que su muerte es algo muy especial y solo lo es para él, para el muerto, para nadie fuera de eso. Es lo más vulgar que se puede imaginar, otro cuerpo que se pierda en la tierra
Vivir largo tiempo y vivir corto tiempo son igualados por la muerte ya que lo largo y lo corto no están en lo que ya no es.-