Libro UNA GUERRA INFAME de Andres Bonatti y Javier Valdez

Leído en el año 2016

La Zanja de Alsina: En 1874 el ministro de guerra de Avellaneda, Adolfo Alsina, hizo construir un sistema de fosas y fortificaciones en el centro y sur de la provincia de Buenos Aires, conocido popularmente como “la Zanja de Alsina”, cuya función principal era entorpecer el paso del ganado que tomaban los indios en sus incursiones. La estrategia de Alsina tuvo muchos detractores, hasta el propio Roca, que propiciaba una ofensiva total y sin miramientos contra los indios. La muerte de Alsina, en diciembre de 1877, puso fin a la discusión y dio paso a la llegada de Roca al Ministerio de Guerra

En 1876 inició la construcción de la llamada Zanja de Alsina, una trinchera de dos metros de profundidad y tres de ancho con un parapeto de un metro de alto por 4,5 de ancho, que construyó avanzando dentro del territorio indígena. La misma estaba guarnecida gracias a la edificación de una serie de fortines —muchos de ellos comunicados con sus comandancias por telégrafo— a lo largo de toda la frontera, para mantenerla vigilada. Previo a la construcción de la línea defensiva, las posiciones militares avanzaron profundamente en territorios hasta entonces controlados por los indígenas. La línea defensiva tenía como fin impedir que los indios ingresaran nuevamente en el territorio efectivamente incorporado.  (según WIKIPEDIA …)

Malón grande: Namuncurá convoco a las principales comunidades guerreras con el fin de realizar un ataque coordinado contra los ejércitos nacionales. En pocos días juntó a los caciques Pincén, Reuquecurá, Baigorrita y Purán. Y también de Catriel que rompió el acuerdo que tenía con Alsina. Se juntaron 5.000 hombres de pelea. Entre diciembre de 1875 y marzo de 1876 protagonizaron lo que se conoce como Malón Grande, una serie de ofensivas colosales que causaron estragos en localidades como Azul, Tapalque, Tandil y Alvear, pero que finalmente fueron repelidas por el ejército. En las batallas de Blanca Grande, Cruce de Tandil, Paso de los Chilenos, La Tigra y Paraguil, las milicias de BS.AS. recuperaron mas 400.000 cabezas de ganado que se habían robado en los malones y mataron 450 indios y muchos detenidos.

Promesas incumplidas: Namuncurá había recibido de los delegados de Alsina la promesa de que obtendría una recompensa del estado por las tierras que le habían sido quitadas. Por los deslindes de las fronteras del Puan, Carhué, Guamini y Chispilafquen, piden todos los caciques 200 millones de pesos, pero el dinero nunca apareció ni les devolvieron las tierras.

Federico Rauch: coronel y lugarteniente de Rosas y principal ejecutor de las campañas violentas tierra adentro realizadas a partir de 1826. “Hoy hemos ahorrado balas, degollamos a 29 ranqueles”. En 1829 un cacique ranquel llamado Arbolito vengó a su pueblo decapitando al mentado comandante europeo durante la batalla de Las Vizcachas.

Captura de Pilsen: la captura del mítico cacique causó conmoción, Como lo refleja un parte militar de la memoria de Guerra y marina de 1879 firmado por el teniente Jorge Rodhe: “cuando se llevó a Pincen a la  guardia de prevención, donde se encontraba la chusma, estas se sacaron los collares y pulseras del brazo y pierna,  destrenzadose el cabello, como prueba sentimiento, dolor y duelo de que estaban poseídos”.

Los chilenos: el gobierno chileno, que ambicionaba quedarse con la Patagonia argentina, se vio obligado a resignar sus apetencias territoriales porque en 1879 inició un enfrentamiento armado contra Perú y Bolivia. Conocida como la Guerra del Pacífico, un conflicto que duró varios años y que exigió enormes esfuerzos militares al país trasandino. El presidente chileno, Aníbal Pinto Garmendia, creyó  entonces que no estaban dadas las condiciones de mantener dos frentes de batalla al mismo tiempo y decidió firmar el acuerdo con el presidente argentino, Nicolás Avellaneda.

Infortunios: los infortunios para los indígenas y sus descendientes durarían muchísimos años. Los principales Ingenios  de las provincias del norte, como el tabacal Ledesma, mantuvieron su sistema basado en la explotación del trabajador  hasta bien entrado el siglo XX, como hacia la década de los 30 cuando se formaron los primeros sindicatos.

La Forestal: creada hacia fines del siglo XIX fue un símbolo de la explotación en los obrajes. La compañía de capitales ingleses y alemanes, le compro a la provincia de Santa Fe más de 2 millones de hectáreas a un precio muy bajo para instalar allí una fábrica de tanino.  La historia de la Forestal tiene ribetes increíbles. El gobierno de Santa Fe con el aval de la nación, no sólo le vendió a esta empresa extranjera más de un 20% del territorio de la provincia con valor irrisorio, sino que además le permitió construir una especie de estado dentro del estado: la forestal llegó a tener seis ciudades, un puerto, 1400 km ferrocarril, policía, moneda y bandera propia, y más de 40.000 obreros entre ellos muchos indígenas, que trabajaban a destajo y recibieron apenas dos pesos cincuenta por cada tonelada y media en leña que por supuesto sólo podían canjear en la proveeduría de la propia empresa.

Martin Garcia: la isla de  Martín García, por su cercanía con la ciudad Buenos Aires, se convirtió entonces en el centro medular de esta política, cuyo objetivo fue para disciplinar y crear cuerpos suficientemente aptos para que el Estado y los grupos de poder hicieran uso de ellos en donde fueron requeridos de acuerdo no sólo con sus capacidades sino con la demanda existente. Martin García llegó a  ser el centro de atención y de acopio de indígenas más representativo de la época de la  conquista, tanto por sus dimensiones como por la gran cantidad de detenidos que cargaron su calabozo, que llegaron a superar los 5000 en tan sólo 10 años.

Apropiación de tierras: la conquista del desierto significó para el estado nacional la apropiación de millones de hectáreas que habían ocupado las sociedades indígenas desde tiempos ancestrales en la pampa y en la Patagonia y la región chaqueña. De acuerdo con el espíritu de la ley de inmigración y colonización impulsada en 1876  por Nicolás Avellaneda, entonces presidente de la nación, y otras leyes posteriores, estas tierras fiscales debían ser destinados al establecimiento de pequeñas  colonias agrícolas,   habitadas por inmigrantes europeos que por esos años comenzaron a arribar al país para hacerse la América.

La realidad de los hechos demostró, por el contrario, que los principales beneficiados no fueron los inmigrantes sino un grupo reducido de ciudadanos argentinos, pertenecientes a la elite política y económica criolla, conformada por las familias más ilustres, que recibieron de parte del Estado la propiedad de grandes extensiones de los territorios conquistados, a precios irrisorios.

Tierras de la Provincia de Buenos Aires: la provincia de Buenos Aires tenía 1500 leguas cuadradas en 1830, y ahora posee 10.000. Los hacendados bonarenses fueron el sostén económico de la empresa, entre ellos, las familias Anchorena, Guido, Villegas, García Zuñiga. Recibieron como contraprestación a sus servicios amplia porción del territorio tomado la os indígenas. La familia Terrero y la del propio Rosas suministraron el ganado de sus estancias para el abastecimiento de las tropas. El aporte tuvo  su recompensa: Rosas luego de la campaña, recibió 60 leguas de tierra lo que equivalía a unas veintinueve mil hectáreas.  Conocidas en aquellos días como «donaciones», cuyos beneficiarios principales fueron los miembros de la cúpula militar que lo acompañaron en  las expediciones tierra adentro:

Cuarenta y tres leguas concedidas al militar Ángel Pacheco,  siete leguas para Hilario Lagos ubicados en la zona de Salto y Rojas guardia de Luján, Monte y Bragado. Nueve leguas a Prudencio Rosas en Tapalque, ocho leguas destinadas a Carlos y Felipe Ezcurra, entre otros.  La concentración de tierras en pocas manos ya comenzaba a ser una realidad. En efecto de las leyes rositas sancionados en 1836 y 1838, provocó el traspaso a manos privadas de 8.600.000 ha de tierra pública  repartidas entre 239 personas lo que arrojaba un promedio de unas 30.000 ha por propietario.  En  1852 ángel Pacheco, militar Rosita tenía 202.500 ha, Juan Guerrero socio de rosas 113.500 ha, la familia Anchorena,  primos de rosas 824.000 ha, Félix Alzaga,  militar rosista,  356.000 ha Y Juan Manuel de Rosas 366.000 ha. Durante la época rosista, la tierra ocupada ascendió a 16.500.000 ha repartidas entre 782 propietarios de ese total, 382 propietarios tenían el 82% de las propiedades de más de una legua cuadrada.

Roca: los grandes hacendados apoyaron al zorro Julio Argentino Roca entre ellos Marcelino Ugarte, el gobernador de entre Ríos Eduardo Racedo, el gobernador santafecino Simón de Iriondo,  Luis Saenz Peña, Carlos Pellegrini, Francisco Madero y Norberto Quirno Costa. Algunas de las  familias que adquirieron tierras por medio de la ley número 947 de 1878 fueron: Andrés Arguibel 40.000 ha, Torcuato de Alvear 97.000 ha Diego Delgado 97.000 ha Antonio Cambaceres 120.000 ha,  Clara Armstrong de Elortondo 366.000 ha, Rodolfo Newbery 40.000 ha,  Victorino de la Plaza 47.000 ha Joaquín Chas 60.000 ha,  Rudecindo Roca 42.000 ha,  Marcelino Ugarte 178.000 ha,  Saturnino Unzué,  250.000 ha.

Familiares de Roca propietarios de grandes extensiones: otro de los hermanos de Roca beneficiado con miles de tareas fue Rudecindo, también militar que alcanzó el grado de coronel y fue el primer gobernador del territorio nacional de Misiones. Rudecindo Roca falleció el 28 de noviembre de 1903. Su legado fue un cuantioso patrimonio sobretodo en tierras. En el Territorio Nacional de Misiones , 40.000 ha en el departamento de Candelaria,  53.000 ha en el departamento alto Paraná y otras 67.000 ha en el mismo departamento,  en la gobernación de La Pampa Rudecindo  tenia 80.000 ha, además  8000 ha en Río negro y 300 ha en Morón provincia de Buenos Aires.

Constitución de la oligarquía: las familias patricias fundieron sus apellidos en la  historia argentina apoyados en la riqueza y el poder. Sobre la base de sus latifundios pudieron diversificar sus actividades económicas en agricultura con las de ganadería y el comercio Y en menor grado, la industria. Éstos nombres se pueden sumar  a la lista, los de Samuel Hale, Eduardo Olivera, Ramón Santamarina, Ernesto Tornquist,, Luis Zuberbuller, Carlos Luro, Adolfo Rufino, Carlos Shaw, Jorge Temperley, Peralta Ramos, Lanús,  Llavallol, Ezeiza, Martínez Castro,  Bullrich, Cavanagh entre otros; también hay que destacar a grandes propietarios como Pastor Senillosa, Emilio Frers, Vicente Casares y Antonio Devoto.

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