LIBRO PINCHE, de DANIEL RAFECAS,
leído en enero 2025
Entorpecer la Justicia: … la jueza sabía que en causas de esta envergadura, existen otros partícipes, servicios de inteligencia, lobby de abogados inescrupulosos, a veces también referentes de agencias extranjeras, que bien podían entorpecer la investigación de muchas maneras. Por ejemplo, al plantarle pruebas o testigos falsos, desviar la atención a pistas inservibles, ocultar o borrar evidencia, generar una causa paralela y desde allí disputarle la suya, armar operaciones de prensa en contra del Juzgado. Nada de eso estaría bajo su control jurisdiccional y le preocupaba, no solo porque podría hacer fracasar la pesquisa, sino también porque haría mellas en su prestigio profesional.
Las “brigadas”: no estaban uniformados, pero todos en el barrio los conocen. Un oficial subinspector, un sargento primero y un cabo primero: lo que aquí denominan una “Brigada” y qué más que luchar contra el crimen, dedican casi todo su tiempo activo a hacer negocios propios y para el jefe del distrito a quien le dice “el comisario”. Estos cabrones son unos corruptos, pero de poca monta; cobran peaje a puestos de ventas ambulantes, a pequeños dealers, o transas como le dicen por aquí también, esquilman a un desarmadero ilegal que funciona detrás de un taller mecánico, recaudan mucho dinero gracias a una cancha de fútbol de la Segunda División que tiene partidos cada 15 días; además regentean lugares de copas con muchachas, que ellos mismos visitan casi todos los días, se quedan con algo y se reparten y lo gastan en whiskerías o en apuestas.
Tadeo Isidoro Cruz: en El Aleph, en uno de los cuentos que se llama “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, Borges describe el momento en que el protagonista, sargento de policía en medio de una batida para arrestar a Martín Fierro, considerado un desertor para las autoridades, decidió renunciar para siempre a su cargo, a las jinetas y al uniforme, cuando sintió imperiosamente que tenía que defender a ese forajido desconocido, convirtiéndose él mismo en un criminal.
“lo esperaba secreta en el porvenir, una lúcida noche fundamental. La noche en que por fin vio su propia cara, la noche en que por fin escuchó su nombre; bien entendida esa noche agota su historia, mejor dicho, un instante de esa noche, un acto de esa noche porque los actos son nuestro símbolo.”
Guille entendió que ese mismo instante de esa misma noche, también iba a marcar su historia.
Las Benévolas: Guille que estaba leyendo a Jonathan Littell, no pudo evitar la invocación de las Erinias, diosas de la Antigua Grecia que toman la vida de aquellos que a lo largo de su vida cometen actos de impiedad; llegan de improviso, enrostran desapasionadamente los males cometidos en el pasado, privan al mortal de su aliento vital y lo depositan en el Hades. Quizá en algún momento, Las Benévolas, como también se las conocen, vinieran por él.
Pero aquel no iba a ser el día.