LIBRO DE LA ESTUPIDEZ A LA LOCURA de HUMBERTO ECO. Leido en 2016
Maraviloso texto del gran Humberto Eco del cual he pretendido extraer los pensamientos que mas me impresionaron sobre temas que vemos y sufrimos todos los días en todos los lados.
Elogios: un maestro debe poner en aprietas a discípulos en todo momento, y no excitarlos más de lo debido. Tras aquella lección, siempre he sido parco en elogios con quienes se los esperaban de mí, salvo casos excepcionales de hazañas inesperadas. Quizá con esta actitud he hecho sufrir a alguien, y si es así he empleado mal no solo mis primeros trece años de vida sino también mis primeros setenta y seis. Decidí resueltamente que la forma más explícita de expresar mi aprobación era no dirigir reproches. Si no hay reproches, significa que lo has hecho bien. Siempre me han irritado expresiones como «el Papa Bueno» o «el honesto Zaccagnini» que daban a entender que los demás pontífices no eran buenos y los demás políticos eran deshonestos. Juan XXIIÍ y Benigno Zaccagnini hacían simplemente lo que se esperaba de ellos, y no hay razón para que hubiera que felicitarlos por eso.
Dicho de Oliver Wendell Holmes Jr: En algún lugar: «El secreto de mi éxito es que de joven descubrí que no era Dios». Es muy importante entender que no se es Dios, dudar siempre de los propios actos, y considerar que no se han empleado bastante bien los años vividos. Es la única forma para intentar emplear mejor los que quedan.
Matar a los jóvenes o a los viejos: AI menos en Italia (y limitémonos a este país), el número de personas viejas es cada vez mayor que el de jóvenes, Antes, las personas morían a los sesenta años, hoy a los noventa, de modo que consumen treinta años más de pensión. Coma es sabido» esta pensión deberán pagarla los jóvenes. Pero con unos viejos tan invasores y presentes, al mando de muchas instituciones públicas y privadas al menos hasta el inicio de su deterioro senil (y en muchos casos más allá) los jóvenes no encuentran trabajo y por lo tanto, no pueden producir para pagar la pensión de los ancianos. Primera solución y la más obvia. Los jóvenes deberán empezar a confeccionar listas de exterminio de ancianos sin descendencia. Aunque no será suficiente dado que el instinto de conservación es el que es, a los jóvenes no les quedará más remedio que eliminar también a los viejos con descendencia, es decir, a sus padres. Será duro, pero es cuestión de acostumbrarse: tienes sesenta años? No somos eternos, papi, te acompañaremos hasta la estación para tu último viaje a los campos de eliminación, con los nietitos despidiéndote: «Adiós, abuelo». Si a los ancianos les diera rebelarse, se pondría en’ marcha la operación «caza al viejo» con la ayuda de delatores. sii se hizo con los judíos, por qué no con los jubilados?
Ahora bien, los ancianos no jubilados que siguen estando en el poder, ¿aceptarán esta suerte alegremente? Ante todo, habrán evitado en su momento de no tener hijos para no traer al mundo a potenciales exterminadores. por lo que el número de jóvenes se reducirá más. Y aL final estos viejos capitanes (y cavalieri) de la industria, curtidos en mil batallas, se decidirán, aunque con gran dolor de su corazón, a liquidar a hijos y nietos. No enviándolos a de exterminio como habrían hecho con ellos sus descendientes, porque se trata de una generación que todavía conserva los valores tradicionales de la familia y de la patria, sino promoviendo guerras que, como se sabe, actúan de criba para las quintas más jóvenes y son, como decían los futuristas, la única higiene del mundo.
Entonces, un país casi sin jóvenes y con muchísimos ancianos, prósperos y lozanos, ocupados en erigir monumentos a los caídos y en honrar-a quienes han entregado generosamente su vida por la patria. Pero entonces, ¿quién trabajará para pagarles ia pensión? Los inmigrantes, que están ansiosos por conseguir la ciudadanía italiana, deseosos de dar el callo a bajo costo y en negro, y predispuestos por antiguas lacras-a morir antes de cumplir los cincuenta, dando paso a una nueva mano de obra, más fresca.
Así dentro de dos generaciones, decenas de millones de Italianos «morenitos» garantizarán el bienestar de una élite de nonagenarios blancos de nariz colorada y de los más favorecidos (las señoras con encajes y sombremos con velo), que beberán whisky soda en las galerías de sus propiedades coloniales, al borde de lagos o junto a la costa, lejos de los miasmas de las ciudades, habitadas solo por zombis de color que se alcoholizarán con la lavandina anunciada en televisión.
Respecto a esta convicción mía de que avanzamos a paso de cangrejo, y que el progreso coincide ya con la regresión, obsérvese que nos encontraremos en una situación parecida a la del Imperio colonial en la India, en el archipiélago malayo o en Africa Central y aquel que, gracias al desarrollo de la medicina, haya alcanzado la feliz edad de ciento diez años se sentirá como el raja blanco de Sarawak, sir James Brooke, sobre el que fantaseaba leyendo de niño las novelas de Salgari.
Dentadura y pornografía: Lo primero que hace Hollywood cuando lanza una nueva actriz es arreglarle la dentadura. La operación es muy cara, y lo sabe incluso quien acude a un dentista en Bucarest. Por lo tanto la mayoría de las muchachas que se exhiben, que son por lo general guapas o al menos monas, son de extracción social muy baja y no tienen dinero para ir al dentista. No creo que esperen conseguir la suma necesaria gracias a sus prestaciones, puesto que las cifras indican que la oferta es enorme y por tanto las ganancias no deben ser astronómicas (aunque la misma página dice que las más populares pueden cobrar hasta diez mil dólares al mes; no obstante su presencia no dura mucho Y las verdaderas estrellas se cuentan con los dedos de una mano). Tal vez confían en que, si aparecen en la pantalla de la computadora, algún magnate de Hollywood repare en ellas y se ocupe de restaurar su dentadura. Saben que con dientes así no se va a Hollywood y se prestan a prestarse a juegos eróticos de tres al cuarto. La mayoría de las muchachas que participan en estos juegos eróticos cuando abren la boca (y lo hacen a menudo, no solo para sonreír o rugir de placer) exhiben una dentadura muy imperfecta (los incisivos suelen estar bien, pero aparecen caninos torcidos y minúsculos, por no hablar de los molares irregulares y de los llamativos empastes que se pueden entrever.
De todo esto sacamos una conclusión: que ese ejército infinito de fornicadoras a tiempo completo procede del proletariado del sexo y, por tanto, todo el conjunto de la producción porno no es más que una forma de trata de blancas y explotación de personas en situación precaria y sin esperanza , que hay que decirlo, porque muchas veces los visitantes se excitan pensando que las protagonistas hacen lo que hacen por descaro y atrevimiento, por gusto, por un desafío indecente, y esto las hace más deseables. Pero no, lo hacen por desesperación, sabiendo que con esos dientes no tienen futuro sino solo, un presente infra remunerado.
Enemigo: «Perdona siempre a tu enemigo. No hay nada que lo enfurezca más»
Fotografias: He contado en vanas ocasiones cómo dejé de hacer fotografias en 1960, tras una visita a distintas catedrales francesas que fotografiaba enloquecido. De regreso, me encontré con que tenía una serie de fotografías mediocres y no recordaba nada de lo que había visto. Tiré la cámara fotográfica y en los sucesivos viajes me limité registrar mentalmente lo que veía. Como recuerdo, más para los demás que para mí, compraba excelentes postales.
Noticieros: en cambio, ahora nuestras telenoticias, después de informar sobre guerras, matanzas, ataques terroristas y asuntos similares, y tras algunas prudentes indiscreciones sobre la actualidad política, aunque sin alarmar demasiado a los telespectadores, comienzan con la retahíla de delitos: matri-fratri-uxon-parri-infanticidios, asaltos, robos y tiroteos.
Los protocolos: El auténtico antisemitismo «científico» nace a finales del siglo XVlII y en el XIX, y no en Alemania sino en Italia, en cierto modo, y en La Francia legitimista. Es en Francia donde se afirman las teorías del racismo, esto es, de las raíces étnicas de la civilización. Y es Francia e Italia donde se elabora la teoría del complot judío , responsable primero de los horrores de la Revolución Francesa y de una trama dirigida a someter la civilización cristiana. La historia ha probado que Los protocolos fueron obra de jesuitas legitimistas y servicios secretos franco-rusos, y solo más tarde fueron asumidos como obra indiscutible de los zaristas reaccionarios y de nazis. La mayor parte de las páginas árabes antisemitas que encontramos en internet están basadas en este antisemitismo “científico» europeo.
La Felicidad: la literatura sobre la felicidad es inmensa, empezando por Epicuro y quizá antes, aunque por sentido común me parece que ninguno de nosotros sabe decir qué es la felicidad. Si se entiende como un estado permanente, la idea de una persona que es feliz toda su vida, sin dudas, sin dolores o crisis esa vida, efectivamente, parece corresponder a la de un idiota, o a lo sumo, a la de un personaje que vive aislado del mundo, sin aspiraciones que vayan más allá de una existencia sin sobresaltos; me vienen a la cabeza Filemón y Baucis. Pero también ellos, poesía aparte, algún momento de turbación debieron de tener, cuando menos a causa de una gripe o de un dolor de muelas.
La cuestión es que la felicidad como plenitud absoluta, quisiera decir exaltación, embelesamiento o arrobo, es un algo muy transitorio, episódico, de breve duración; es el alborozo por el nacimiento de un hijo, por el amado o por la amada cuando nos revela que corresponde a nuestro sentimiento, la euforia cuando toca la lotería, alcanzas una meta (el Oscar, la Copa de Liga) o incluso ese instante durante una excursión al campo; pero todos ellos son, precisamente, momentos transitorios, después de los cuales llegan los momentos de temor y temblor, dolor, angustia o, lo menos, preocupación.
La idea de felicidad nos hace pensar siempre en nuestra felicidad personal, raras veces en la del género humano; es más, con frecuencia nos sentimos inducidos a preocupamos muy poco por la felicidad ajena para perseguir la nuestra. Incluso la felicidad amorosa coincide a menudo con la infelicidad del otro, rechazado, de quien nos preocupamos muy poco, saciados con nuestra conquista.
La religión, cocaína del pueblo: Aunque los romanos se comportaran de forma tan virtuosa en la época republicana, desde luego en un momento determinado dejaron de hacerlo. Y se puede entender por qué. Unos siglos después, Spinoza hacía otra lectura del instrumentum regni y de sus ceremonias espléndidas y cautivadoras: «Ahora bien, el gran secreto del régimen monárquico y su máximo interés consisten en mantener engañados a los hombres y en disfrazar, bajo el especioso nombre de religión, el miedo con el que se los quiere controlar, a fin de que luchen por su esclavitud como si se tratara de su salvación (…] por el contrario, en un Estado Libre no cabría imaginar emprender nada más desdichado» (Tratado Teológico Político)
A partir de ahí no era difícil llegar a la célebre definición marxista de que la religión es el opio de los pueblos.
Pero es verdad que las religiones tienen todas ellas y siempre esta virtus dormitiva? José Saramago, por ejemplo, tiene una opinión .absolutamente contraria, y más de una vez ha arremetido contra las religiones como instrumento de conflicto: «Las religiones, todas ellas sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana» El País, 18 de septiembre de 2001, publicado también en La República, 20 de septiembre de 2001).
Saramago concluía en otras declaraciones que «si todos fuéramos ateos, el mundo sería más pacífico». No estoy seguro de que tenga razón, pero lo cierto es que parece que el papa Ratzinger le ha contestado indirectamente en su reciente encíclica Spe solví, en la que nos dice que, al contrario, el ateísmo de los siglos XIX y XX, aunque se ha presentado como una protesta contra las injusticias del mundo y de la historia universal, ha logrado que «de esta premisa se hayan derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia»-
Sospecho que Ratzinger pensaba en esos descreídos de Lenin y Stalin, pero se olvidaba de que en las banderas nazis estaba escrito Gott mit uns (que significa «Dios está con nosotros»); que falanges de capellanes militares bendecían los gallardetes fascistas; el carnicero Francisco Franco (dejando a un lado los crímenes de sus adversarios, al fin y al cabo empezó él) estaba inspirado por principios religiosísimos y sostenido por los Guerrilleros de Cristo Rey; que religiosísimos eran los vandeanos contra los republicanos que hasta se inventaron una diosa Razón (instrumentum regni) que católicos y protestantes se han masacrado alegremente durante años y años; que tanto los cruzados como sus enemigos estaban empujados por motivaciones religiosas; que para defender la religión romana se arrojaban cristianos a los leones; que por razones religiosas se han encendido muchas hogueras; que religiosísimos son ios fundamentalistas musulmanes, los terroristas de Torres Gemelas, Osama y los talibanes que bombardeaban los Budas; que por razones religiosas se oponen India y Pakistán y para acabar, que Bush invadió Irak invocando God bless America, Dios bendiga América»
Por todo lo cual, estaba reflexionando que, si a veces la religión es o ha sido el opio del pueblo, quizá más a menudo ha sido cocaína.
Reaccionarios, conservadores, populistas: reaccionario es aquel que considera que hay una sabiduría antigua, un modelo tradicional de orden social y moral al que es preciso volver a toda costa, oponiéndose a las denominadas conquistas del progreso, desde las ideas democrático-Iiberales hasta la tecnología y la ciencia modernas.
£1 reaccionario no es, entonces, un conservador, si acaso es un revolucionario «hacia atrás». A lo largo de la historia han existido grandes reaccionarios que desde luego no presentaban ninguno de los rasgos de las ideologías fascistas, propias del siglo XX. Es más, con respecto al reaccionarismo clásico, el fascismo era revolucionario-modernista», exaltaba la velocidad y la técnica moderna (véanse los futuristas) aunque luego, con el sincretismo socarrón que le caracterizaba, alistaba en sus filas también a reaccionarios en el sentido histórico del término, como Evola.
El conservador no es un reaccionario y menos aún un fascista. Churchill, por ejemplo, con sus valores liberales y antitotalitarios. El populismo, en cambio, es una forma de régimen que, intenta saltarse las mediaciones parlamentarias, tiende a establecer una relación plebiscitaria inmediata entre el líder carismático y las multitudes.
Ha habido tantos casos de populismo revolucionario —en los que mediante el llamamiento al pueblo se proponían reformas sociales— como formas de populismo reaccionario. El populismo es simplemente un método que prevé la apelación visceral a las que se consideran las opiniones o los prejuicios más arraigados en las masas (sentimientos que podríamos definír como poujadistas o qualunquistas). Por ejemplo, Umberto Bossi, líder de la Liga del Norte, usa métodos populistas apelando a sentimientos cuyo denominador común es una actitud de indiferencia ideológica, como la xenofobia o la desconfianza hacia el estado. En ese sentido, tiene claramente carácter de «pasotismo» político el llamamiento de Berlusconi a sentimientos «prohibidos y salvajes», como la idea de que es justo defraudar impuestos, que los políticos son todos unos ladrones, que debemos desconfiar de la justicia porque es la que nos mete en la cárcel. Un conservador serio y responsable no exhortaría jamás a los ciudadanos a no pagar los impuestos, porque pondría en crisis el sistema que se propone conservar.